Los obispos franceses invitaron a su asamblea anual a los 670 jóvenes sacerdotes ordenados en los últimos cinco años. Con este motivo, Xavier Ternisien cuenta en Le Monde (5-XI-99) las características de esta generación de sacerdotes, muy distinta a la anterior.
Apesar de su diversidad, un detalle de su indumentaria llama la atención: la mayoría de los jóvenes sacerdotes llevan hoy sin complejos el clergyman. Uno de ellos, de 32 años, lo justifica así: «En mi juventud, muchos sacerdotes no eran reconocibles y lo he lamentado. El clergyman me da ocasión de encuentros y de conversaciones con personas que me abordan con ocasión de cualquier circunstancia».
Las vocaciones sacerdotales son más numerosas hoy día en el medio urbano, y su procedencia es de dos tipos. Por un lado, las familias de tradición católica, aunque «las familias católicas temen cada vez más tener un hijo sacerdote», según el P. Guy Lescanne, superior de seminario.
El otro perfil en alza -escribe el periodista- es el del convertido: en el curso de un itinerario de descubrimiento -o de redescubrimiento- de la fe, hay jóvenes que se plantean la cuestión de la vocación. (…) La mayoría de los jóvenes sacerdotes han acabado estudios superiores, y a veces han trabajado durante varios años antes de entrar en el seminario. Sus historias están jalonadas de encuentros con personalidades que les han marcado, y de tiempos fuertes pasados en comunidades.
(…) El gusto de los jóvenes sacerdotes por los signos que los identifican, su atracción por las formas tradicionales de liturgia y de piedad -lo que desconcierta a los sacerdotes de la generación anterior- no debe entenderse como un deseo de «reacción», sino como una forma de «reapropiarse» un pasado que no han conocido y que descubren como algo nuevo. Según Guy Lescanne, «estos jóvenes no tienen que arreglar cuentas con el pasado, no entran en los debates de los sacerdotes mayores».
En la coexistencia de esta generación con la que ha vivido el Vaticano II no faltan incomprensiones. (…) Los jóvenes sacerdotes tienden a encontrar «exóticos» los combates ideológicos de sus predecesores que predicaban «la apertura al mundo» o incluso «la ocultación». Ellos se sienten más bien preocupados por un anuncio explícito, una «proposición de la fe». Sin embargo, la situación difícil que atraviesa el clero francés incita más bien a unos y a otros a cerrar filas, aceptando sus diferencias.
(…) Para escapar a la soledad, los sacerdotes jóvenes aprecian la vida en comunidad, estimulados en esta línea por sus obispos. Les gusta reunirse en fechas fijadas de antemano con otros sacerdotes de la misma generación, pues confiesan que es difícil vivir su ministerio con colegas de setenta años. (…) Y es que, explica Guy Lescanne, «el contexto en que se mueven ha cambiado radicalmente: los de la generación anterior se enfrentaban a cuestiones de increencia; ellos deben afrontar las no-cuestiones de la indiferencia».
Según los datos recogidos en el reportaje, el número de sacerdotes seculares en Francia ha bajado de 41.000 en 1965 a 20.800 en la actualidad. La media de edad del clero es superior a 65 años. Cada año se ordenan 120 sacerdotes seculares, más una treintena de religiosos. Cada año unos 200 candidatos entran en los seminarios, donde ahora están formándose un millar.