El 12 de marzo falleció en Viena, a los 98 años de edad, el cardenal Franz König, que había sido arzobispo de la capital austriaca entre 1956 -un año después de que Austria fuera evacuada por las tropas de ocupación- y 1985. En su telegrama de condolencia, Juan Pablo II ha recordado el empeño particular de König por la paz y la reconciliación, y su apoyo a los cristianos del Este de Europa. El fallecido cardenal -último superviviente de los creados por el beato Juan XXIII- pasa por ser también el principal promotor de la elección de Juan Pablo II como papa en 1978.
A la vista de que la división entre católicos y socialdemócratas fue lo que propició la anexión de Austria por los nazis en 1938, König apostó decididamente por la reconciliación, hasta el punto de llegar a ser casi unánimemente considerado como personificación de la «conciencia nacional». Fue también una de las principales voces a favor de la Iglesia perseguida y casi olvidada al otro lado del Telón de Acero, en medio de vicisitudes como la represión de la revuelta húngara en 1956, la muerte del beato cardenal Stepinac en Croacia (1960) o la primavera de Praga (1968), hasta la elección de Juan Pablo II, la caída del comunismo (1989) y los años posteriores de reconstrucción espiritual y material de la Iglesia en estos países.
En la misma línea, apoyó la renovación que supuso el Concilio Vaticano II. En años siguientes, al aparecer interpretaciones heterodoxas del espíritu conciliar, evitó descalificaciones radicales que hubieran podido crear fisuras graves en la Iglesia en Austria. De esta forma, el tiempo se ha encargado de mostrar la escasa importancia y el nulo espíritu de cooperación del grupo llamado «Nosotros somos la Iglesia» respecto a la plataforma «Diálogo por Austria» organizada por la Conferencia Episcopal de este país. Consciente del papel que los laicos tienen en la Iglesia, König pidió en 1957 al fundador del Opus Dei que empezara la actividad de la institución en Austria. En vísperas de la canonización del fundador en 2002, declaró: «Escrivá pertenece ya al tesoro de la Iglesia».