La Jornada Mundial de la Juventud terminó hace ya más de una semana. La cobertura mediática se ha centrado sobre todo en algunas anécdotas más o menos significativas, pero no tanto en lo que los jóvenes escucharon de boca del Papa: un mensaje optimista, pero también exigente.
Es el Papa el que convoca a los jóvenes y es el Papa el que se dirige a ellos, aunque en Lisboa Francisco también haya practicado mucho la escucha. El Santo Padre se ha reunido con universitarios, enfermos, voluntarios, dirigentes, sacerdotes y víctimas de la guerra y de abusos dentro de la Iglesia. En total, ha sumado una docena de intervenciones públicas durante esta JMJ.
Con sus palabras, el Santo Padre ha transmitido su deseo de que los católicos contribuyan a construir un futuro mejor y de que sean ciudadanos preocupados por los problemas de la sociedad.
En el marco de sus intervenciones, el Papa Francisco ha recordado cuál es la misión de la Iglesia y qué papel debe desempeñar en el mundo. En ese sentido, el Pontífice ha lanzado tres grandes retos a los jóvenes y les ha animado a que busquen las respuestas.
Implicarse en la creación de una sociedad más justa
Una preocupación manifestada durante la JMJ ha sido la necesidad de una sociedad más justa, que redistribuya la riqueza, no deje atrás a los más vulnerables y piense en el futuro del planeta.
“La política no está llamada a detentar el poder, sino a dar a la gente la posibilidad de esperar. Está llamada, hoy más que nunca, a corregir los desequilibrios económicos de un mercado que produce riqueza, pero no la distribuye, empobreciendo a los individuos de recursos y certezas”, ha señalado el Pontífice.
El Papa Francisco ha pedido a los jóvenes que sean “protagonistas de una nueva coreografía que coloque en el centro a la persona humana” y ha criticado el progreso que solo tiene en cuenta el avance técnico, y no el sufrimiento.
“Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales. No olviden que necesitamos de una ecología integral; necesitamos escuchar el sufrimiento del planeta junto al de los pobres; necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad; necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual. No crear polarizaciones sino visiones de conjunto”.
El Pontífice ha recordado a los universitarios que el conocimiento debe ser acogido como una responsabilidad que lleva implícita el mandato de contribuir a una sociedad más justa, y no como una escalera para el bienestar personal.
Creerse protagonistas (todos, todos, todos) de la evangelización
“Todos, todos, todos”, hizo repetir el Papa Francisco a los jóvenes en la ceremonia de acogida. El Papa habló de una Iglesia en salida, que llevara el mensaje de Cristo a todos sin hacer distinción y que abriera sus puertas a todos los pecadores. Con esto, el Pontífice no hacía sino recordar la universalidad del mensaje del Evangelio y recordar que la Iglesia no debe encerrarse en sí misma.
Pero hay otro “todos” del que habló el Papa Francisco y que no se ha escuchado tanto en las redes sociales. Durante su encuentro con obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, el Papa recordó que la labor de evangelización no es exclusiva del clero, sino que debe realizarse en conjunto con los laicos.
“En la barca de la Iglesia tiene que haber lugar para todos: todos los bautizados están llamados a subir en ella y a echar las redes, comprometiéndose personalmente en el anuncio del Evangelio. Y no olviden esta palabra: todos, todos, todos”, señaló el Papa.
Ante el desafío que supone el número cada vez más reducido de vocaciones sacerdotales, el Santo Padre ve una oportunidad de “involucrar, con impulso fraterno y sana creatividad pastoral, a los laicos”.
“Quisiera decirlo así: jamás un obispo sin su presbiterio y el Pueblo de Dios; jamás un sacerdote sin sus compañeros; y todos unidos como Iglesia –sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles laicos–, nunca sin los otros, nunca sin el mundo. Sin mundanidad, eso sí, pero no sin el mundo”, concluyó.
Darse al otro con un amor concreto
Para el Papa ha sido muy importante insistir sobre la idea del otro. En el marco de una sociedad individualista, que refuerza la cultura de la imagen, el Santo Padre ha señalado que el amor solo puede ser concreto. Es decir, solo es amor de verdad cuando se materializa en el prójimo. El Pontífice ha llamado a “actuar concretamente –no solo con ideas, sino concretamente– y estar cerca de los más frágiles”.
En la sexta estación del Vía Crucis que el Papa rezó con los jóvenes durante el viernes, queda perfectamente sintetizado el mensaje que quiso transmitir: “Nos han dicho mil veces que lo más importante es nuestra imagen y nuestra autorrealización. Que tenemos derecho a ser felices y que debemos pensar primero en nosotros mismos. Y aquí estamos, egocéntricos, cada uno centrado en su móvil, en su negocio, en su isla, esperando una felicidad que no llega. Porque la verdadera felicidad está en dejarse atraer por el rostro del otro”.
Jóvenes, no tengáis miedo. No estáis solos
El Papa no solo ha retado a los jóvenes a ser constructores de una sociedad mejor, acorde con el mensaje de Cristo, sino que ha mostrado una empatía y una cercanía profunda con los problemas que atraviesan y les ha transmitido un mensaje de esperanza.
“No me dejes sentarme mientras el mundo sigue adelante sin mí y sin lo que yo tendría que darle”, rezaba una estación del Vía Crucis.
El Papa animó a los jóvenes a seguir la inquietud propia de la edad y a fiarse de ella, porque la insatisfacción protege contra el conformismo.
Sus declaraciones resumen perfectamente el legado que esta JMJ deja a los jóvenes, una llamada a seguir buscando y a ser Iglesia en salida: “¡No estamos enfermos, estamos vivos! Preocupémonos más bien cuando estamos dispuestos a sustituir el camino a recorrer por el detenernos en cualquier oasis –aunque esa comodidad sea un espejismo–; cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian”.