Paz entre católicos y ortodoxos en Ucrania

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En unas declaraciones a 30 Giorni (octubre 1994), el cardenal Myroslav Lubachivsky, arzobispo mayor de Leópolis (Ucrania), explica el estado de las relaciones entre la Iglesia católica y la ortodoxa en su país. El jefe de los greco-católicos se refiere a una pastoral que publicó el pasado marzo, cuyo contenido desmiente la idea de que los católicos ucranianos supongan un obstáculo para el ecumenismo.

La pastoral subraya que en las cosas esenciales de la fe no hay «ninguna diferencia dogmática sustancial» entre católicos y ortodoxos. Evoca los dolorosos acontecimientos de los últimos decenios, y deplora los enfrentamientos del pasado, las recientes «guerras» entre los fieles por el control de los edificios de culto, las manifestaciones de proselitismo entre Iglesias hermanas y los sentimientos de desquite que se han dado también entre católicos tras la caída del comunismo. Asimismo manifiesta su pleno acuerdo con la declaración de Balamand (localidad libanesa en la que se reunió la comisión mixta católico-ortodoxa en junio de 1993: ver servicio 94/93). Esta declaración confirmó, de una parte, la plena legitimidad de las Iglesias católicas orientales y, de otra, rechazó el «uniatismo» como vía para preparar la unidad entre católicos y ortodoxos.

Lubachivsky declara que la pastoral era necesaria para dar a conocer los progresos en el ecumenismo tanto a los fieles católicos como a los ortodoxos, sometidos a cincuenta años de aislamiento por el poder comunista. «Era una auténtica necesidad dar a conocer en Ucrania los avances que se han dado en las relaciones entre la Iglesia católica y la ortodoxa en los últimos años. (…) Ciertamente, el recuerdo de las injusticias sufridas en este siglo no favorecía la comprensión de la apertura ecuménica después del Vaticano II».

La pastoral es también una manifestación de que las Iglesias católicas orientales toman en seriola invitación al diálogo ecuménico contenida en la declaración de Balamand. «La convivencia pacífica entre católicos y ortodoxos presupone la adhesión de todas las partes, y nosotros hemos decidido adherirnos a las indicaciones de Balamand». Lubachivsky precisa que «esto incluye sobre todo el respeto a la ‘eclesialidad’ de las otras Iglesias, y en consecuencia el rechazo del proselitismo, esa especie de captación de cristianos para hacerles pasar de una Iglesia a la propia. De hecho, respecto al proselitismo, hay que hacer notar que en los países de la ex Unión Soviética, sobre todo en Rusia, las acusaciones se dirigen más contra los latinos que contra nosotros. Estas acusaciones no siempre están justificadas, pero reflejan un conjunto de problemas. De una parte se dice que Rusia (o también Ucrania) son países ‘ortodoxos’, pero en la práctica la mayor parte de la gente no tiene fe. Entonces, ¿qué queremos hacer? Ciertamente, no se discute el derecho a atender las necesidades espirituales de los propios fieles. En cuanto a la gente sin fe, ¿hemos de hacer de ‘misioneros’ o bien echar una mano a la ‘Iglesia hermana’ ayudándola en su apostolado? En Ucrania oriental consideramos nuestra primera tarea ofrecer una vida de comunidad cristiana a los fieles greco-católicos, hoy dispersos por todo el territorio. Pero después, si alguno quiere hacerse miembro de esta comunidad, no tenemos derecho a rechazarlo».

Lubachivsky piensa que los obstáculos para el diálogo no son de tipo doctrinal ni de praxis. «El obstáculo más grande es la desconfianza y la sospecha, debidos a siglos de separación y sobre todo a decenios de propaganda anti-católica por parte del gobierno soviético y, desgraciadamente, de hombres de Iglesia. Muchos piensan todavía que toda actividad de la Iglesia católica, sea latina o greco-católica, puede ser una conspiración para destruir a la Ortodoxia. Frente a tal actitud no caben argumentos, sino que se requiere mucha paciencia y caridad. Pero también entre los católicos, muchos todavía no distinguen entre los pecados de algunosindividuos y la Ortodoxia en cuanto tal».

Otros problemas se han originado por la negativa de los ortodoxos a devolver a los greco-católicos los templos confiscados en 1946. A este respecto, el cardenal Lubachivsky manifiesta que la Iglesia greco-católica en Ucrania «acepta compartir las iglesias y los edificios de culto con los ortodoxos, sobre todo en las poblaciones donde viven fieles de las dos confesiones y hay una sola iglesia». Por otra parte, «en las actividades caritativas y sociales de la Iglesia incluimos a todos, particularmente a los ortodoxos».

En cuanto a un futuro encuentro con el patriarca ortodoxo ruso Alexis II, el Card. Lubachivsky recuerda que desde 1987 ofreció la reconciliación a la Iglesia ortodoxa. «Ahora nuestro deber es crear un clima de convivencia, tolerancia y respeto recíproco en la caridad. El tiempo cicatrizará tantas heridas y hará madurar el momento del encuentro entre los jefes de la Iglesia greco-católica ucraniana y de la Iglesia ortodoxa rusa».

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