Polonia: cómo conciliar la naciente democracia y la tradición católica

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Irlanda y Polonia, dos países de arraigada tradición católica, afrontan en estos días un debate similar sobre la relación entre religión y política. En Polonia, se trata de ver si la nueva democracia se construirá al margen de las creencias religiosas del pueblo. En Irlanda, en una democracia consolidada, se discuten una serie de cuestiones éticas en las que hasta hace pocos años había una práctica unanimidad. En una Europa secularizada, estas «dos excepciones» molestan, aunque reflejen el sentir de la mayor parte de irlandeses y polacos.

Varsovia. Tres años después de la caída del comunismo, Polonia asiste a un duro debate entre las tendencias laicistas y los que quieren evitar que la naciente democracia se desarraigue de la tradición católica nacional. Últimamente la Conferencia Episcopal ha criticado en varios comunicados las posturas secularizadoras promovidas por importantes medios de prensa. El mismo cardenal Jozef Glemp, en su mensaje de Navidad, denunciaba «la moda de embadurnar lo santo», que se había impuesto en el diario Gazeta Wyborcza, un periódico fundado en mayo de 1989 y que ahora es el de mayor tirada de Polonia.

Campañas en la prensa

En general, los medios de comunicación importantes favorecen la secularización, quizá a veces inconscientemente. Pero hay también un grupo, en el que se encuentran ex comunistas y otras tendencias, que consideran a la Iglesia como enemigo ideológico, el auténtico peligro que hay que combatir.

En el campo de los medios de comunicación, la Iglesia quiere reaccionar. «Es cierto que la puesta en marcha de un periódico o de una agencia de carácter católico crea ciertos problemas: por ejemplo, cómo adaptarse de verdad a la meta de la evangelización y no servir a ciertos criterios políticos; pero es posible», decía recientemente el Card. Macharski de Cracovia a este corresponsal. Con este objetivo, el próximo día 21 se pondrá a la venta el diario Slowo-Dziennik Katolicki (Palabra-Diario Católico), que será el primer diario oficialmente católico en la Polonia de después de la guerra. Esta decisión fue tomada por el Consejo de Administración de la Asociación Pax, tras una serie de negociaciones con representantes de la Iglesia.

La nueva ley del aborto

Por lo que respecta a la defensa de la vida concebida, no está dicha todavía la última palabra. El Sejm (Congreso de los Diputados) aprobó el pasado día 7 un proyecto de ley que permite el aborto en tres casos extremos (riesgo para la salud o la vida de la madre, malformaciones del feto, embarazo como consecuencia de violación o incesto), en contra del proyecto original, que era radicalmente antiabortista. El proyecto pasará ahora al Senado, que probablemente lo rechazará. Esta cámara está dominada por personas más bien afines a la ZChN (la Unión Cristiano-Nacional), que se opone, sin excepciones, al aborto.

Las modificaciones introducidas han disgustado a la ZChN, puesto que desfiguran el carácter unitario de defensa de la vida que tenía el proyecto original, redactado por ese partido político. Sin embargo, lo aprobado ya es considerablemente mejor que la ley todavía vigente de la época comunista, que prácticamente permite el aborto a la carta. Es significativo que la prensa de Varsovia destacara, el día 8, que el aborto estaría, a partir de ahora, prohibido. El punto de comparación era la ley proabortista de 1956.

Estrategia laicista

Se ha puesto de moda, para desacreditar a los enemigos políticos, achacarles que quieren servirse de la Iglesia. A veces puede ser así, pero en la mayoría de los casos lo que hay es el intento de marginar a los católicos. Algunos parlamentarios propagan que la Iglesia quiere «clericalizar» el Estado, dominar en Polonia. Y, con este pretexto, defienden un modelo de Estado laicista, donde lo que no concuerda con su mentalidad es tildado de injerencia clerical.

El viceministro de Salud, Zbigniew Halat, en una conferencia de prensa el pasado octubre, hacía campaña en favor de la utilización de anticonceptivos y preservativos. La rueda de prensa había sido organizada por representantes de la empresa de preservativos Unimil (Cracovia). Para Halat, lo importante era que «la gente tiene derecho al pecado», y que la misión del Ministerio era «informar sobre el modo de evitar el SIDA», «dónde comprar preservativos», «cómo usarlos», etc.

Una fe arraigada

A pesar de todo, sigue habiendo un sincero interés por conservar las raíces católicas de la nación. Y esto, a todos los niveles. Recientemente el Congreso de los Diputados ha aceptado una enmienda del Senado a la ley de radiotelevisión, según la cual los programas han de respetar los valores cristianos. Es discutible hasta qué punto esa cláusula se puede llevar o no a la práctica. Pero lo cierto es que refleja bien la sensibilidad polaca.

Como también refleja el sentir nacional el hecho de que se esté preparando un concordato entre Polonia y la Santa Sede. Krzysztof Skubiszewski, ministro de Asuntos Exteriores, ha declarado que se espera que el concordato se firme este año. Es de suponer que se estipule, entre otras cosas, el reconocimiento de efectos civiles al matrimonio canónico, y que las instituciones eclesiásticas obtengan automáticamente personalidad jurídica.

En los tres años transcurridos desde la caída del comunismo ha habido muchas novedades, pero no tantas como para que el polaco medio olvide que el esfuerzo por vivir conforme a la ley de Dios ha fortalecido la identidad personal y nacional.

Y no se trata de una tradición superada. Todavía en la Polonia actual es posible, como ha ocurrido recientemente, que la empresa Benetton tenga que retirar de las calles un anuncio en el que un cura y una monja se besan, debido a la ola de protestas que había levantado. Estamos en un país, pasando a otra dimensión, en el que se ven colas delante de los confesionarios, misas abarrotadas, seminarios llenos y un número sostenido de vocaciones, a pesar de «tres años de vida al estilo occidental», como dicen algunos. Un país en el que un grupo de diputados, encabezado por el presidente del Congreso, ha pedido permiso al Episcopado para montar una capilla en el edificio del Sejm; un país en el que el presidente Walesa, dejando de lado ahora sus aciertos o desaciertos políticos, afirma públicamente que nunca firmará una ley a favor del aborto, ni convocará un referéndum sobre la misma materia; un país, finalmente, donde en la misma Gazeta Wyborcza, a pesar de los pesares, hay redactores que se declaran católicos y que publican artículos, también sobre la Iglesia, que difícilmente se podrían leer en periódicos de características semejantes de Alemania o de España, por ejemplo.

En este contexto, se entiende que haya políticos que no olviden sus convicciones cristianas a la hora de actuar en la vida pública. Sería violentar los hechos decir que todos esos diputados «quieren instrumentalizar a la Iglesia». Hay mucho de actuación sincera, que cuenta también con un respaldo social considerable.

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