En la inauguración de la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular china, el pasado 5 de marzo, el discurso de Wen Jiabao, primer ministro del país, estuvo cargado de contenidos sociales. Dedicó un amplio capítulo a asegurar la mejora de las condiciones económicas de la clase campesina e incluso se refirió a la futura reducción de emisiones contaminantes.
Efectivamente, el «boom» económico que tiene lugar en el dragón asiático está abriendo una brecha entre las clases sociales. Los ingresos medios en la ciudad fueron el pasado año de 11.759 yuanes anuales (1.157 euros), mientras que en el campo se quedaron en 3.587 yuanes (353 euros). El florecimiento económico que están viviendo las ciudades industrializadas de la franja costera no parece afectar a los 800 millones de campesinos que viven en el interior.
El nuevo clima político y económico está permitiendo que salga a flote la religiosidad, según señala el «International Herald Tribune» (5-03-2007). Frente a las estimaciones oficiales que hablaban estos últimos años de 100 millones de creyentes en el país, una encuesta reciente de la Universidad Normal del Este de China estima que son creyentes el 31,4% de los mayores de 16 años, lo que supondría cerca de 400 millones. El hecho de que estos datos hayan salido a la luz y encuentren eco en los medios del régimen comunista «sugiere -dice el «Herald»- que se ha concedido al sondeo al menos cierto crédito oficial».
Según la encuesta, unos 200 millones son budistas, taoístas o adoradores de figuras legendarias como el Rey Dragón y dios de la Fortuna. Un 12% de los creyentes, 40 millones, son cristianos protestantes. El estudio no daba datos sobre el catolicismo. La Iglesia católica estatal, la Asociación Patriótica, que no reconoce la autoridad del Papa, está formada por seis millones de personas, y debe de haber al menos el mismo número, si no más, de católicos clandestinos fieles a Roma.
Las actitudes oficiales respecto a la religión en China se han relajado, aunque persisten persecuciones y fuertes restricciones a la libertad religiosa. Templos de las cinco religiones oficialmente reconocidas (budismo, taoísmo, catolicismo, protestantismo e islam) están siendo destinados de nuevo al culto o reedificados, y hay señales por parte de la administración de que una limitada religiosidad es bien vista como medio para lograr lo que la doctrina oficial del Partido llama «una sociedad armoniosa».
Un profesor de filosofía de la Universidad del Pueblo, en Pekín, desea que «el gobierno mire el celo religioso positivamente y vea que puede contribuir a restaurar el orden social y la armonía, que ayuda al gobierno y no es una amenaza».
Sin embargo, no será fácil reparar más de 55 años de comunismo en China, con sus persecuciones violentas y su enseñanza anti-religiosas. Las autoridades sólo permiten el culto en iglesias o lugares reconocidos por las autoridades. Son frecuentes las redadas, detenciones o torturas contra los cristianos.
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