En una entrevista concedida a Zenit (18 julio 2006), el historiador polaco Peter Raina cuenta las condiciones en las que vivía el clero polaco bajo el régimen comunista y la necesidad de distinguir entre el colaboracionismo que haya podido darse en algunos sacerdotes y lo que eran sólo contactos obligados con la policía.
Raina es autor de numerosos libros sobre Historia Moderna de la Iglesia y se ha ocupado especialmente de la historia del Primado polaco, cardenal Stefan Wyszynski, y de la del padre Jerzy Popieluszko, asesinado por el régimen comunista. Seleccionamos algunas preguntas.
Unas semanas después de la muerte de Juan Pablo II empezó una gran campaña de denigración del clero polaco, acusado de haber colaborado con los Servicios de Seguridad comunistas. Los titulares de los diarios fueron tremendos («Un espía comunista en la corte de Juan Pablo II», por citar el caso del padre Konrad Hejmo, uno de los más difundidos). ¿Qué fuerzas están detrás de este ataque al clero polaco?
He descrito el «caso Hejmo» en mi libro «La Anatomía del Linchamiento». Tras la muerte de Juan Pablo II, el director del Instituto de la Memoria Nacional dio la noticia de que un sacerdote cercano al Santo Padre -Konrad Hejmo, que durante 20 años dirigió el centro para los peregrinos polacos en Roma- proporcionaba información a los Servicios de Seguridad (…) No tengo duda de que detrás de este linchamiento están ciertos ambientes ex comunistas junto a los cosmopolitas ambientes liberales que quieren comprometer a la Iglesia a los ojos de los ciudadanos. No por casualidad han elegido a personas que tienen un cierto prestigio moral en la sociedad. El momento no es casual: los citados ambientes han esperado la muerte de un Papa al que temían para desencadenar un ataque frontal contra la Iglesia.
Las tácticas de la policía comunista
¿Cómo lograban los funcionarios de los Servicios de Seguridad del régimen comunista obligar a los sacerdotes a colaborar, y en qué consistía esta colaboración?
Los modos de aterrorizar a los sacerdotes eran múltiples y vale la pena enumerar algunos: los sacerdotes más celosos eran acusados de actividades contra el Estado y de servicio al enemigo imperialista. Eran procesados en espectaculares procesos-farsa que acababan con la pena capital o largas penas de detención. Algunos sacerdotes murieron extenuados en las prisiones.
(…) A menudo, se empleaban mujeres agentes para crear alguna situación comprometedora para el sacerdote; se hacían fotografías a escondidas o la agente simulaba un embarazo. Entonces, se le hacía una propuesta de colaboración con los Servicios, que consistía en proporcionar información sobre la situación de la parroquia, la actividad del párroco, el comportamiento y las convicciones del obispo, etc.
(…) Cada vez que el episcopado publicaba una carta pastoral con críticas al sistema comunista, los obispos locales eran convocados a un encuentro en el que debían dar explicaciones. Los funcionarios usaban el método del «palo y la zanahoria»(…) Normalmente, los obispos rechazaban toda colaboración y por este motivo las iglesias no se construían.
(…) Con los sacerdotes directores o secretarios de revistas religiosas se usaba el método que llamaría «algo a cambio de algo». Se daba permiso para aumentar la tirada o se prometía más papel (la distribución del papel estaba en manos del estado) si los responsables de las revistas se comprometían a proporcionar informaciones respecto a los miembros de la redacción. Algunos, con el permiso verbal de los superiores, aceptaban tales chantajes porque la posibilidad de aumentar la tirada de la prensa religiosa era percibida como prioritaria.
(…) Cada ciudadano que solicitaba un pasaporte era invitado a un encuentro en las oficinas de los Servicios. También en estos casos valía la regla «algo a cambio de algo». Obviamente esta regla valía también para los sacerdotes (…) Normalmente los sacerdotes contaban hechos sin trascendencia para satisfacer al funcionario de los Servicios, que tomaba nota de todo.
Hablar no es colaborar
Las acusaciones contra sacerdotes se basan en informes escritos por los miembros de los Servicios de Seguridad. ¿Qué valor tienen estos documentos?
Los documentos de los Servicios que pude consultar personalmente son creíbles, pero cada documento hay que leerlo atentamente y hay que saberlo valorar. No debemos olvidar cómo fueron redactados estos informes. A menudo, los funcionarios añadían algo para demostrar que trabajaban bien. (…) Hay que subrayar que encontrarse con los funcionarios de los Servicios no quiere decir ser un colaborador; antes de acusar a alguien, hay que estar seguros de que había firmado el documento de colaboración o que recibía dinero. No se puede declarar públicamente que alguien era un agente, un espía sólo porque se encontraba con los funcionarios de los Servicios. Esto es denigrar a la persona.