Oscar Cullmann, uno de los teólogos protestantes más conocidos, perfila su propio punto de vista sobre el papel del papado y afirma que los protestantes «debemos aprender» del servicio que el obispo de Roma presta a la Iglesia católica: «También nosotros tendríamos necesidad de una forma de magisterio».
Cullmann hace esas afirmaciones en una entrevista concedida a la revista italiana Il Sabato (20-II-93), donde revela la existencia de una antigua correspondencia epistolar con el cardenal Joseph Ratzinger, a quien define como «un gran teólogo, con frecuencia incomprendido, pero nunca reaccionario».
Refiriéndose al papado, Cullmann añade que no está de acuerdo con todo lo que dice el Papa, pero reconoce que «al menos ahí existen orientaciones, de las que carece por completo el mundo protestante». Señala que hace esa observación «a la luz de los problemas que trae consigo la secularización de las confesiones protestantes».
En este sentido, afirma que las Iglesias cristianas seguirán perdiendo fieles si se limitan a repetir lo que ya dice el mundo. «Si la Iglesia pierde su carácter específico, si en nombre de un falso acercamiento al mundo renuncia a ser motivo de ‘escándalo’, se hace menos interesante. A pesar de eso, muchos teólogos no hacen sino repetir las cosas que ya dice el mundo, incluso mucho mejor que ellos».
El anciano teólogo luterano sostiene como modelo de ecumenismo una «comunidad de las Iglesias», que se den una estructura de comunión en el respeto de las recíprocas diferencias. Por lo que se refiere al papel del Papa en ese diseño, dice que en cuanto obispo de Roma podría presidir esa «comunidad de las Iglesias».
Sin embargo, el teólogo protestante no acepta plenamente la concepción católica del primado del Papa. «Personalmente, vería su función como garantía de la unidad. Se podría aceptar si no tuviera jurisdicción sobre toda la cristiandad, sino un primado de honor». El «servicio petrino» sería necesario también «como reacción ante posibles errores colectivos. No siempre la mayoría está en la verdad. Por eso, soy contrario a que se confunda Iglesia y democracia. En el medievo fueron los elementos del bajo clero quienes pidieron la hoguera para los judíos, mientras que los papas reaccionaron contra tales métodos».
El cardenal Joseph Ratzinger se refirió el pasado 29 de enero a esta propuesta de Cullmann durante un coloquio celebrado en la facultad de teología valdense de Roma. Según el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo esencial del papado no puede cambiar, pero el ejercicio histórico de esta responsabilidad ha asumido formas diversas en el pasado y puede cambiar en el futuro.
El cardenal Ratzinger dijo que el ecumenismo no es una negociación «política» por la que se llegaría a «acuerdos» sobre temas concretos. Con esa concepción se obtendría sólo una unidad superficial. El verdadero ecumenismo exige paciencia, su éxito consiste en la perseverancia de andar juntos, en la colaboración en las obras de caridad y en dar testimonio de Dios ante el mundo. «Si Dios es el primer agente de la causa ecuménica, el común acercamiento a Dios es la condición fundamental de todo verdadero acercamiento de las Iglesias». Por eso, «si vivimos ante los ojos de Dios y si Dios es la prioridad de nuestra vida, de nuestro pensamiento y de nuestro testimonio, lo demás viene solo». El ecumenismo, dijo, «no es un tema más, junto a otros muchos, sino una actitud fundamental, un modo de vivir el cristianismo».
Oscar Cullmann nació en Estrasburgo en 1902. Fue discípulo de Rudolf Bultmann, el teólogo luterano que inició la escuela de «desmitificación» de los Evangelios, pero acabó separándose del maestro. Se ha dedicado especialmente a los estudios del Nuevo Testamento y de historia de la Iglesia antigua. Participó como observador en el Concilio Vaticano II.