Desde el pasado 1 de enero, la Iglesia luterana ha dejado de ser la religión de Estado en Suecia. Se abandona así la tradición de una Iglesia nacional sueca, instaurada en 1593 tras la ruptura con Roma. Pero la Iglesia luterana sigue bajo una ley especial que determina su estructura y que en cierto modo la hará aún más dependiente de la vida política del país.
Tres décadas de debate y distintos proyectos de ley han sido necesarios para llegar a esta reforma. El origen de la situación se remonta al reinado de Gustav Vasa, coronado rey de Suecia en 1523. La Santa Sede se negó a aceptar las peticiones de Vasa, que pretendía poner la Iglesia bajo el control del Estado. Esto llevó a la ruptura con Roma y a adoptar la doctrina luterana, estableciéndose una Iglesia nacional cuya cabeza era el rey.
En 1593 el luteranismo fue proclamado religión del Estado y en 1617 se prohibió el culto católico, entre otros. Hasta 1781 no se toleró el culto católico para extranjeros y en 1860 se admitió que también los ciudadanos suecos podrían ser católicos. Hubo que esperar a 1951 para que la libertad religiosa fuera reconocida por ley sin restricciones.
La separación entre la Iglesia luterana y el Estado va a suponer notables cambios para la situación de la Iglesia en la sociedad. Pero esto no implica que vaya a estar menos politizada. El Parlamento ha aprobado una ley especial sobre la Iglesia luterana que, en cierto modo, la hace más dependiente de la estructura política del país. El gobierno dejará de nombrar a los obispos. El órgano decisorio de la Iglesia luterana será a partir de ahora un congreso eclesiástico, donde la estructura fundamental será la del sistema de partidos políticos. Por ejemplo, para que un obispo o pastor pueda ser delegado en el congreso eclesiástico tendrá que ser nombrado a través de una lista de un partido político.
Según un cambio que ya se introdujo en 1996, los niños que nazcan solo serán inscritos como miembros de la Iglesia luterana a petición de los padres y mediante el bautismo. En la práctica antes vigente, los niños eran automáticamente miembros de la Iglesia luterana, incluso sin ser bautizados: bastaba que uno de sus padres lo fuera.
En el plano económico, la Iglesia dejará de financiarse por el impuesto eclesiástico. Los ciudadanos que no hayan expresado su deseo de abandonar la Iglesia pagarán una tasa anual voluntaria, y en ese caso se beneficiarán gratuitamente de los servicios de la Iglesia. La Iglesia luterana goza de una buena situación económica: posee grandes extensiones forestales y agrícolas y rentas de sus inversiones accionariales.
Dada la situación vigente hasta ahora, no es fácil saber qué proporción de la población (8,9 millones) pertenece de corazón a la Iglesia luterana. Aunque menos del 4% participa regularmente en los servicios religiosos, otras cifras indican que buena parte de los suecos buscan un significado religioso para momentos claves de su vida: el 77% de los niños son bautizados, más de la mitad de los jóvenes de 15 años reciben la confirmación, el 62% de los matrimonios y el 90% de las exequias se celebran en la iglesia.
Es de esperar que la nueva ley contribuya a mejorar la situación de las demás confesiones. Entre ellas, la más importante es la Iglesia católica, con 150.000 fieles.