Con más fuerza que un vendaval de los que se hacen sentir con frecuencia en el lejano oriente, el mensaje del Papa Francisco, de visita pastoral en Sri Lanka y Filipinas entre el 12 y el 19 de enero, irrumpió con palabras para todos: de reconciliación para los que han sufrido el flagelo de la guerra; de colaboración y respeto para quienes profesan religiones distintas; de unidad y consolidación para las familias; de necesaria integridad para los políticos; de sabiduría y empatía para los jóvenes…
En Filipinas, el país con más católicos de toda Asia, el Pontífice se dirigió a las familias para pedirles que oren en común, que “salgan de las casas” y vayan al encuentro de los más necesitados, en especial de los niños huérfanos y los ancianos solos, y que se resistan a las ideologías colonizadoras que buscan destruir la institución familiar.
Tales corrientes, apuntó, no nacen “del encuentro con Dios, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, por eso digo que son colonizaciones (…) Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle no a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy sagaces, hábiles, fuertes, para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia”.
En Sri Lanka: “Espero que la cooperación interreligiosa y ecuménica demuestre que los hombres y las mujeres no tienen que renunciar a su identidad, ya sea étnica o religiosa, para vivir en armonía”
Proteged vuestras familias
Ante las miles de familias que le recibieron el 16 de de enero en el Palacio de Deportes de Manila, el Santo Padre esbozó la situación por la que atraviesa la institución en el país, afectada por factores como la separación de sus miembros a causa de la migración laboral, la extrema pobreza que padecen demasiadas personas, el materialismo, y cierto estilo de vida que destruye la vida familiar y las exigencias de la moral cristiana. En tal sentido, mencionó el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir el matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero y la falta de apertura a la vida.
“Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad —aseguró Francisco—. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia. El futuro pasa por las familias. Así pues, ¡proteged vuestras familias! ¡proteged vuestras familias!”.
Precisamente sobre este tema, el Pontífice había recordado, en su discurso a las autoridades del país, la “misión indispensable” de la familia en la sociedad, por ser el contexto en que se forman los nuevos ciudadanos. “Pero al igual que todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida. Necesita nuestro apoyo”.
La corrupción roba recursos a los pobres
También, en su encuentro con las autoridades en el Palacio Presidencial, Francisco refirió la necesidad de que los líderes políticos se distingan por su honestidad y compromiso con el bien común. En esta línea, el Papa condenó cualquier forma de corrupción, que solo sirve para sustraer recursos a los más desfavorecidos y perpetuar la pobreza y la exclusión. Para superar estos desequilibrios, llamó a la conversión de la mente y el corazón.
A los jóvenes: “Para ser sabios, usad los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien”
La Iglesia local también tendría mucho que aportar a esta renovación, por lo que, en su homilía en la Catedral de Manila, el día 16, Francisco validó la posición del episcopado local: “Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia profundamente arraigada, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo. El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear «círculos de integridad», redes de solidaridad que se expandan hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético”.
En sintonía con esto, alertó sobre el “gran peligro” que constituye el materialismo, capaz de comprometer negativamente el testimonio que ofrecen los cristianos: “Solo si llegamos a ser pobres, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva y así responderemos con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la inequidad escandalosa”.
En la devastada Taclobán: “Jesús no defrauda”
Tal vez el momento más sensible de la visita papal al archipiélago filipino fue su breve estancia el 17 de enero en la ciudad de Taclobán, el sitio más golpeado por el tifón Yolanda año y medio atrás. A las miles de personas reunidas bajo la lluvia y la amenaza de un nuevo meteoro, Francisco les confesó su vivo deseo de estar allí, tras ver la destrucción causada por el fenómeno meteorológico de noviembre de 2013.
Al constatar de primera mano el sufrimiento de miles de afectados en la catástrofe, el Papa les transmitió su pesar y les animó en la esperanza: “Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. Él (Cristo) sí sabe qué decirles. Tantos de ustedes han perdido parte de la familia… Solamente guardo silencio. Los acompaño con mi corazón en silencio. Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo ‘¿por qué, Señor?’ Y a cada uno, el Señor responde en el corazón desde su corazón”.
“Las comunidades cristianas están llamadas a crear redes de solidaridad que se expandan hasta abrazar y transformar la sociedad”
En unas circunstancias materiales que invitan a la desesperación, el Santo Padre convidó a todos a mirar a Jesús: “Él es el Señor, y él nos comprende, porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros. Y junto a él, en la cruz, estaba la Madre”.
Asimismo, se felicitó de la pronta respuesta solidaria de muchas personas tras la devastación. “Tenemos muchos hermanos —aseguró—, que en este momento de catástrofe vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos, que nos hemos ayudado unos a otros. Esto es lo único que me sale decirles. Perdónenme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda. Tengan la seguridad que el amor y la ternura de Nuestra Madre no defrauda”.
A los jóvenes: “Dejaos sorprender por Dios”
También con los jóvenes el Papa sostuvo un encuentro el domingo 18, en la Universidad de Santo Tomás de Manila. Practicar la empatía, hacerse sabios más que eruditos, abrirse a la sorpresa del amor de Dios, fueron varios de los consejos que les ofreció en su alocución el obispo de Roma.
En la Liturgia de la Palabra, Francisco escuchó la interrogante que una chica de 12 años, Glyzelle Palomar, planteó ante el auditorio de 30.000 fieles: “Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?”.
El Pontífice apuntó que el sufrimiento de los niños es la gran interrogante: “ Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta, y a llorar, podemos entender algo. Existe una compasión mundana, que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de eso… Una compasión que, a lo más, nos lleva a meter la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro, y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas”.
“Tenemos que ser muy sagaces, hábiles, fuertes, para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia”
“Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados… pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas”.
En tal sentido, animó a los jóvenes a sentir como propio el dolor de un niño con hambre, de un chico drogado, o sin hogar, o abusado, o esclavizado. “¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? (…) Aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy”.
Asimismo, les instó a abrirse a la sorpresa —“Dios es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero”, subrayó— y a no tener la “psicología del computer”.
“Pensemos en san Francisco. Dejó todo. Murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno. ¿De acuerdo? No jóvenes de museo, sino jóvenes sabios. Y para ser sabios, usad los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios. Y andá y quemá la vida”, invitó
Sri Lanka: la verdad como vía a la reconciliación
Previamente a su visita a Filipinas, el Pontífice había pisado tierra en Sri Lanka, país que fue enlutado por una guerra civil que enfrentó a la minoría tamil (de religión hindú) y a la mayoría cingalesa (budista), entre 1983 y 2009. Los más de 700.000 muertos resultantes hacen arduo el propósito de cerrar las heridas del conflicto.
En la llamada “Perla del Índico”, a donde arribó el 13 de enero, Francisco lamentó la constante tragedia de la guerra en el mundo. En el caso de la multiétnica república asiática, señaló ante sus anfitriones gubernamentales que “no es tarea fácil” superar el amargo legado de injusticias y desconfianza que dejó el conflicto, y respaldó indirectamente el deseo de varios sectores de crear una instancia que investigue los crímenes y las desapariciones.
“(La confianza) solo se puede conseguir venciendo el mal con el bien (cf. Rm 12,21) y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz. El proceso de recuperación debe incluir también la búsqueda de la verdad, no con el fin de abrir viejas heridas, sino más bien como un medio necesario para promover la justicia, la recuperación y la unidad”.
La idea del perdón fue retomada por el Santo Padre durante su alocución, el 14 de enero, en el Santuario de Nuestra Señora de Madhu: “Aquí vienen los habitantes de Sri Lanka, tamiles y cingaleses por igual, como miembros de una sola familia. Encomiendan a María sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y necesidades. Aquí, en su casa, se sienten seguros. Saben que Dios está muy cerca; sienten su amor; conocen su ternura y misericordia”.
El Pontífice añadió que únicamente cuando, a la luz de la Cruz, el ser humano entiende el mal que eso capaz de hacer, puede experimentar el verdadero arrepentimiento. “Solo entonces podremos recibir la gracia de acercarnos unos a otros, con una verdadera contrición, dando y recibiendo el perdón verdadero. En esta difícil tarea de perdonar y tener paz, María siempre está presente para animarnos, para guiarnos, para mostrarnos el camino”.
Por la libertad religiosa y la colaboración interconfesional
Durante su estancia en la isla, el Papa argentino canonizó al beato José Vaz, apóstol de Ceylán, quien, en tiempos de la ocupación holandesa de la isla (1656-1796), mantuvo la asistencia sacramental a los católicos que continuaron practicando su fe clandestinamente. De él, alabó su “amor indiviso”, que le empujó a servir a los necesitados, “quienquiera que fueran y dondequiera que estuvieran. Su ejemplo sigue siendo hoy una fuente de inspiración para la Iglesia en Sri Lanka, que sirve con agrado y generosidad a todos los miembros de la sociedad”.
Por otra parte, Francisco no perdió oportunidad de hacer un voto por el necesario respeto a la libertad religiosa. “ Queridos amigos —dijo a las autoridades poco después de su llegada al país—, estoy convencido de que los creyentes de las diversas tradiciones religiosas tienen un papel esencial en el delicado proceso de reconciliación y reconstrucción que se está llevando a cabo en este país. Para que el proceso tenga éxito, todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos; todos han de tener voz. Todos han de sentirse libres de expresar sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones y sus temores. Pero lo más importante es que todos deben estar dispuestos a aceptarse mutuamente, a respetar las legítimas diferencias y a aprender a vivir como una única familia”.
Más adelante, en un encuentro con los líderes de las comunidades religiosas más grandes del país —budista, hindú, islámica y cristiana— reafirmó el profundo y permanente respeto de la Iglesia Católica por las demás religiones; un espíritu en el que la institución “desea cooperar con ustedes, y con todos los hombres de buena voluntad, en la búsqueda de la prosperidad de todos los ciudadanos de Sri Lanka”.
“Durante muchos años, los hombres y mujeres de este país han sido víctimas de conflictos civiles y violencia. Lo que se necesita ahora es la recuperación y la unidad, no nuevos enfrentamientos y divisiones. (…) Espero que la cooperación interreligiosa y ecuménica demuestre que los hombres y las mujeres no tienen que renunciar a su identidad, ya sea étnica o religiosa, para vivir en armonía con sus hermanos y hermanas”.
Asimismo, señaló que, “por el bien de la paz”, no se debe permitir que las creencias religiosas sean manipuladas para justificar la guerra. “Tenemos que exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan”, precisó