Los ecos del Encuentro Mundial de las Familias con Benedicto XVI
La visita de Benedicto XVI a Valencia para el Encuentro Mundial de las Familias ha dejado un sentimiento general de satisfacción, incluso entre quienes tenían expectativas opuestas. No era fácil conseguirlo. Pero el Papa lo ha logrado no con las armas de la ambigüedad y el funambulismo político, sino con palabras claras, positivas y sin polémicas. No ha silenciado verdades incómodas para algunos, pero su modo de decirlas ha hecho que nadie se sintiera atacado.
El clima de satisfacción empieza por el mismo desarrollo de los actos. La asistencia multitudinaria ha confirmado que la Iglesia católica sigue siendo la institución en España con más capacidad de movilización, sobre todo cuando viene el Papa. Pero este era un Encuentro Mundial, y también había variadas representaciones de países vecinos europeos y de otros continentes, como un signo de la variedad de rostros de la familia católica. La presencia de familias al completo, con niños, padres y abuelos, reflejaba que la transmisión de la fe en la familia -tema del Encuentro- puede funcionar, y daba un clima especialmente festivo y cordial.
Satisfacción también por la cercanía del Papa. Si desde su elección se han ido disipando los falsos mitos tejidos sobre Ratzinger, en Valencia ha caído el mito del intelectual distante. Benedicto XVI se ha mostrado como un Papa cercano, que se mueve en público cada vez con más aplomo y soltura, amable y distendido.
Satisfacción entre los católicos, que han oído cómo el Papa reivindicaba «la familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer», como una riqueza para la sociedad y un «ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral».
La eficaz organización, fruto de la cooperación entre las autoridades religiosas y civiles, confirma que la independencia entre la Iglesia y el Estado no excluye la colaboración. La prensa también se ha volcado, con una amplia cobertura informativa, con suplementos especiales y números extraordinarios, como el medio millón de ejemplares que repartió «La Gaceta de los Negocios» entre los peregrinos.
Y satisfacción, en fin, del gobierno de Zapatero, que temía un ataque frontal del Papa por su legislación de familia -matrimonio entre homosexuales, divorcio exprés, enseñanza religiosa en la escuela-, y ha comprobado que Benedicto XVI presentaba la doctrina en términos positivos, sin ninguna alusión directa a la acción del gobierno.
Un mensaje positivo
Ya en el viaje, antes de aterrizar en Valencia, a preguntas de los periodistas que le acompañaban, el Papa dejó claro que iba a proponer un mensaje positivo a las familias de todo el mundo, no a crear polémica: «No quisiera comenzar inmediatamente con los aspectos negativos, porque pienso en las familias que se aman, que son felices. Queremos animar esta realidad que es la que da esperanza para el futuro», afirmó.
«Existen también problemas, puntos donde la fe cristiana dice no, es verdad -reconoció-, y queremos hacer entender que, precisamente, según la naturaleza del ser humano, el hombre y la mujer están ordenados el uno para el otro, y que están ordenados también para dar un futuro a la humanidad. Por tanto -invitó- subrayemos estas cosas positivas y así podremos dar a entender también por qué la Iglesia no puede aceptar determinadas cosas».
El deseo de hacer hincapié en lo positivo se notó también en la vigilia del sábado con las familias, cuando, para contrarrestar el clima hedonista, aseguró: «Promover los valores del matrimonio no impide gustar plenamente la felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor mutuo. La fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo más sano, fuerte y realmente libre».
El Papa no ha atacado a nadie, pero ha propuesto con insistencia la visión de la familia, «fundada en el matrimonio indisoluble entre hombre y mujer», y el hecho de que fuera aplaudido cada vez que lo decía revela la sensibilidad de la multitud que le rodeaba.
Lo progresista es ayudar a la familia
El Papa ha evitado reproches políticos en público, pero ha transmitido un mensaje inequívoco de que ayudar a la familia es un factor de progreso que ningún gobernante puede olvidar. Esta es la lectura que ha hecho buena parte de la prensa: «La familia es y sigue siendo un pilar fundamental de nuestra sociedad, por lo que debe ser protegida por los poderes públicos, que no siempre en nuestro país se han comportado con sensibilidad», escribe «El Mundo». «El actual gobierno ha practicado políticas para defender los derechos de las minorías, pero está olvidando la defensa de esa institución fundamental que es la familia». Las palabras del Papa en este viaje, concluye el diario madrileño, «reflejan ese intento de conectar con una amplia mayoría social que puede sentirse identificada con unos mensajes basados en los valores de la mejor tradición humanística».
La Iglesia española necesitaba también ese mensaje, según destaca «La Razón»: «La visita papal ha sido una magnífica manifestación de la vitalidad de la comunidad católica y ha reforzado las posiciones pastorales y doctrinales de los obispos en el ámbito de la familia, justo cuando más lo necesitaba la Iglesia española ante el giro que el Gobierno ha dado al tratamiento conceptual y legal del matrimonio».
Que cambien ellos
El Gobierno y la prensa más cercana a sus planteamientos se felicitan por el hecho de que Benedicto XVI no hiciera públicamente ninguna alusión crítica directa a la legislación familiar del gobierno. «La visita del Papa aplaca la tensión entre gobierno y obispos», titula «El País». «Hay que agradecer sinceramente al Papa el tono conciliador y diplomático empleado en los contactos con el Gobierno y en sus discursos». «El Papa prescinde de la política», asegura «La Vanguardia», que alaba el mensaje y la actitud de Benedicto XVI.
Al mismo tiempo, los círculos del Gobierno aprovechan para intentar meter una cuña entre el Papa y los obispos españoles, contraponiendo el «tono moderado» del Papa con «las duras críticas de los obispos». El Papa estaría en su papel al recordar la doctrina católica sobre la familia, mientras que los obispos harían política al descalificar las leyes democráticamente aprobadas. La discreción y cordialidad del Pontífice debería hacer reflexionar a los sectores más beligerantes del episcopado. En definitiva, parece como si el mensaje del Papa fuera dirigido a que cambiara la actitud de los obispos, no la del gobierno.
El «ABC» intenta repartir culpas, pidiendo que cambien la actitud tanto del gobierno como de los obispos para evitar la confrontación: «La trasnochada ofensiva laicista del PSOE es responsable, sin duda de este desencuentro, traducido en leyes inaceptables para la moral católica y en conflictos prácticos sobre temas de enseñanza y financiación de la Iglesia». Pero, a su vez, los obispos deben tomar buena nota de que el Papa «ha marcado un nuevo discurso. Nada se gana con las declaraciones ruidosas, sino que la clave consiste en buscar una fórmula inteligente para encauzar tensiones y aproximar posturas». Pero no explica cuál sería esa «fórmula inteligente» para buscar el punto medio entre el matrimonio entre hombre y mujer y el matrimonio homosexual.
Desde los círculos del Gobierno se intenta dar la impresión de que los choques entre el Gobierno y los sectores «más conservadores» del episcopado no sería un fiel reflejo de las relaciones entre el Ejecutivo y la Santa Sede, que podrían ser respetuosas y cordiales sin la pantalla de los obispos. María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno, comentó que la visita de Benedicto XVI ha reflejado que «es posible establecer una relación respetuosa, facilitando acuerdos de convivencia, sin perjuicio de que puedan manifestarse legítimas discrepancias».
Sin embargo, los obispos subrayan que en un Encuentro Mundial de las Familias el Papa se dirige a la Iglesia universal, y es lógico que no hiciera alusión a los problemas propios de España. En cambio, según han revelado fuentes vaticanas, en la entrevista de diez minutos que Benedicto XVI mantuvo con Rodríguez Zapatero sí se habló de la legislación familiar española. Zapatero defendió ante el Papa la ley de matrimonio entre homosexuales como un «derecho» de estas personas. El Papa «rebatió» al presidente del Gobierno los conceptos sobre las uniones homosexuales «con argumentos antropológicos, de derecho natural», y explicó que no es solo la Iglesia la que defiende el matrimonio como la unión entre hombre y mujer, sino que es algo que estaba en la moral natural antes de la llegada de Jesucristo. Una argumentación que coincide plenamente con las críticas de los obispos españoles a los cambios del Gobierno en la legislación matrimonial.
Precisamente, en la carta que el Papa entregó a los obispos españoles en su encuentro en la catedral, les agradece: «Movidos por vuestra solicitud pastoral y el espíritu de plena comunión en el anuncio del Evangelio, habéis orientado la conciencia cristiana de vuestros fieles sobre diversos aspectos de la realidad ante la cual se encuentran y que en ocasiones perturban la vida eclesial y la fe de los sencillos».
Por eso, los obispos españoles se declaran muy satisfechos con el éxito de la visita del Papa, y niegan que se sientan «decepcionados» por el hecho de que el Papa no criticara al Gobierno. Como declara un obispo, del que no se cita el nombre: «Los periódicos marcan unos objetivos, sin rigor: que si van a venir millones de peregrinos, que si el Papa criticará a Zapatero, que si va a hablar del diálogo con ETA, que si el cardenal Rouco llevó a Roma un borrador de discurso tremendo… Y cuando no se cumplen esos anuncios, los decepcionados somos los obispos. No es serio. (…) He escuchado en Valencia lo que vine a buscar: palabras de esperanza y de ánimo, y una proclamación general, creo que no complaciente con lo que está haciendo este Gobierno, sobre la política de la familia».
Eso es lo que buscaban también los cientos de miles de fieles que fueron a Valencia y por su entusiasta actitud se ve que no resultaron decepcionados.
ACEPRENSA