El mensaje de Juan Pablo II a Nigeria
Lagos. Juan Pablo II recibió una calurosa acogida en su visita a Nigeria, del 21 al 23 de marzo, también por parte del gobierno, que hubo de escuchar exhortaciones un tanto incómodas. Uno de los aspectos que más ha atraído la atención de los nigerianos es precisamente la petición de libertad para 60 presos políticos. Aparte de eso, el viaje ha dado prueba de la impresionante sintonía del Papa con la audiencia africana.
Juan Pablo II es el primer jefe de Estado europeo que ha visitado Nigeria tras la anulación de las elecciones presidenciales de 1993. El gobierno lo recibió con evidente satisfacción y puso todo su empeño en subrayar ante el pueblo esta excepción al aislamiento internacional que sufre el país, o el régimen. En el discurso de bienvenida, en Abuja, el presidente Sani Abacha, musulmán, dijo que compartía el gozo de «nuestros hermanos católicos» por la venida del Papa y su motivo principal, la beatificación de Michael Iwene Tansi: «Nos enorgullece que la Iglesia católica confiera uno de sus más altos honores a un nigeriano».
Los medios de comunicación nigerianos han prestado mucha atención a la visita del Papa, tanto en las semanas previas como durante la estancia. Todas las emisoras de televisión retransmitieron en directo los actos.
Mientras se acercaba la visita, muchos nigerianos se preguntaban de qué hablaría el Papa: ¿tocaría el tema de los derechos humanos? Desde hace más de quince años, Nigeria ha vivido bajo sucesivas dictaduras militares. El actual jefe de Estado, el general Abacha, tomó el poder en 1993, tras encarcelar al supuesto ganador de las elecciones presidenciales de junio de aquel año. Muchos de los que han osado oponerse a la Junta han ido a prisión sin más motivo, o acusados de tramar imaginarios golpes de Estado. También están en la cárcel periodistas que han criticado al gobierno o simplemente han publicado noticias que el gobierno consideraba «peligrosas para la seguridad nacional», como rumores de golpes.
Ahora, la Junta ha puesto de nuevo al país en proceso de transición al poder civil, plan de cuya sinceridad muchos dudan. Cuando se anularon las elecciones de 1993, no pocos pensaron que el motivo fue que el ganador, Moshood Abiola, es un yoruba. Desde la independencia, el gobierno del país ha sido prerrogativa casi exclusiva de los hausas, lo que no ha dejado de provocar fuertes tensiones entre las diversas tribus de Nigeria. El general Abacha es un hausa, y muchos sospechan que se propone presentarse a las próximas elecciones presidenciales en calidad de civil.
El Papa y la dictadura
Una coalición de grupos pro derechos humanos pidió al Papa, mediante una carta al pro-nuncio apostólico, que intentara disuadir a Abacha de sucederse a sí mismo en la presidencia. Otros temían que la presencia del Papa en Nigeria sirviera para conferir cierta legitimidad a la dictadura. Con este panorama de fondo, muchos se preguntaban: ¿Qué efecto tendrá la visita del Papa a Nigeria? ¿Tratará estos asuntos directamente o se limitará a hacer algunas insinuaciones a la dictadura?
En el acto de bienvenida, el Papa no hizo referencia directa a la situación política del país, aunque señaló que «el momento presente de la historia de Nigeria [exige] concertar honestos esfuerzos para fomentar la unidad y armonía nacional, para asegurar el respeto a la vida y a los derechos humanos, para promover la justicia y el desarrollo, combatir el paro, dar esperanza a los pobres y a los que sufren, resolver los conflictos mediante el diálogo y establecer una solidaridad auténtica y duradera entre todas las capas de la sociedad».
Después, Juan Pablo II invitó a los nigerianos a hacer acopio de toda su sabiduría y experiencia para «construir una sociedad que respete a todos sus miembros en su dignidad, sus derechos y sus libertades».
El Pontífice volvió sobre el asunto en el acto central de la visita, la beatificación del cisterciense dom Tansi en Oba, el 22 de marzo, que congregó a un millón y medio de personas, aunque otras fuentes han dado un número mayor. Acompañaba al Papa el cardenal Francis Arinze, nigeriano, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, que había sido bautizado por el nuevo beato y asistió a una de las escuelas en que trabajó el mismo Tansi.
Juan Pablo II mencionó este hecho en la homilía, en la que hizo referencia también a la transición pendiente en Nigeria: «Ahora que vuestra nación busca una transición pacífica a un gobierno civil democrático, se necesitan políticos -hombres y mujeres- que amen profundamente a su pueblo y estén dispuestos no a ser servidos, sino a servirlo». Cuando añadió que no debe haber lugar para la intimidación ni el abuso de poder, la multitud le interrumpió con aplausos.
Petición por 60 presos
Las organizaciones humanitarias elogiaron al Papa por sus claras palabras, en particular por sus llamadas a respetar los derechos humanos, y le agradecieron la petición de libertad para presos políticos. «Lo que ha hecho el Papa -dijo el presidente de la coalición pro democracia- es más que satisfactorio para nosotros».
Sin embargo, el jefe de la coalición duda que el gobierno satisfaga la petición. Recordó que en el pasado otras personalidades extranjeras presentaron solicitudes similares, y el gobierno nigeriano, aunque prometió atenderlas, no lo hizo. Así ocurrió con Desmond Tutu, y más tarde con Nelson Mandela y el primer ministro británico John Major, que pidieron clemencia para el escritor Ken Saro-Wiva y sus compañeros, que fueron ejecutados pese a que el gobierno había asegurado que cumpliría el deseo de los dignatarios.
A pesar de esto, esta vez muchos creen que Abacha responderá positivamente a la petición del Vaticano. El país está cansado de ser un paria de la comunidad internacional. El gobierno, que con tanta satisfacción ha acogido al Papa, prefiere no perder la mejora de su imagen que espera obtener con la visita. Además, en este momento crítico, la dictadura militar desea poner paz en el país, y un medio sería complacer a los católicos (13% de la población) accediendo a la petición del Papa. Conviene recordar que en 1995, a instancias de la Santa Sede, el gobierno conmutó las penas impuestas a unos condenados por un supuesto intento de golpe. Se dice que en el encuentro privado con Abacha, Juan Pablo II le agradeció aquel gesto de clemencia.
Con los musulmanes
Pese a las tensiones entre gentes de distintas etnias o credos que hay en Nigeria, varios grupos no católicos han contribuido al éxito de la visita de Juan Pablo II (ver servicio 44/98). Al menos, no ha habido apenas oposición a los planes previstos para honrar públicamente al Papa. Para empezar, Abacha no vaciló en aprobar subvenciones oficiales a las diócesis para sufragar parte de los gastos. Abacha mismo ha mostrado evidente reverencia en todos sus encuentros con el Papa durante el viaje. También en los demás miembros del gobierno, musulmanes incluidos, se vio la misma actitud en la recepción al Papa en Abuja.
Otro de los que esperaron su turno para saludar al Papa en el aeropuerto era el sultán de Sokoto, Alhaji Mohammad Maccido, jefe del Consejo Supremo para Asuntos Islámicos. Abuja, la capital, aunque predominantemente hausa y musulmana, casi se paralizó para recibir al Papa. Gran número de musulmanes acudieron al aeropuerto para ver al Pontífice; otros muchos se colocaron en la ruta entre el aeropuerto y la capital para verle pasar.
Por la libertad religiosa
El día 22 por la tarde, en Abuja, Juan Pablo II se reunió con representantes musulmanes, encabezados por Maccido. En este acto, el sultán tuvo una intervención que ha dado que hablar. Como de pasada, Maccido confirmó la pertenencia de Nigeria a la Organización de la Conferencia Islámica (OIC), un club de naciones musulmanas, pero la comparó con otras entidades internacionales como la ONU, la Organización para la Unidad Africana, el Movimiento de Países no Alineados, etc.
Según el parecer de muchos, con ese comentario, el sultán de Sokoto mostró notable falta de tacto. En el pasado, el asunto de la OIC provocó fuertes tensiones con los cristianos, que son el 40% de la población, frente al 45% de musulmanes. Oficialmente, Nigeria es un Estado aconfesional, como el general Abacha ha repetido a Juan Pablo II durante la visita. Por tanto, no tiene sentido que pertenezca a la OIC. En su día, el gobierno se apresuró a aclarar que Nigeria tiene sólo estatuto de observador en la OIC, cosa que ahora el sultán contradice asegurando que el país es miembro pleno de la organización.
Pese al incidente, la reunión con el Papa fue cordial. En su discurso, Juan Pablo II previno contra el uso de la religión para fomentar conflictos. «Resulta inquietante comprobar que aún hoy, en algunas partes del mundo, se persigue y encarcela a personas por motivos de conciencia y de creencias religiosas. Esas víctimas inocentes constituyen una triste prueba de que en tales situaciones no se pretende servir a la verdad y al bien común, sino defender a cualquier precio intereses particulares».
El día 23, en la despedida, el Papa hizo mención especial de los musulmanes, agradeciéndoles «su presencia y participación» en los actos de la visita. «Rezo -añadió- para que el empeño de cristianos y musulmanes por establecer vínculos de mutuo conocimiento y respeto crezca y dé fruto, de modo que todos cuantos creen en el único Dios puedan trabajar juntos por el bien de la sociedad aquí, en Nigeria, y en todo el mundo».
Conflictos étnicos
Una palabra muy repetida por el Papa a lo largo de su visita es reconciliación. Nigeria es una nación de diversas etnias y religiones, constantemente acosada por luchas civiles. Por una parte, está la hostilidad entre el norte y el sur, que a veces hace dudar que el país pueda seguir indiviso por mucho tiempo. La guerra civil librada de 1966 a 1970 se suele atribuir al descontento por el desigual reparto de los recursos del país, de los que el petróleo es el principal. La creencia -y el temor- general es que la tribu que ocupe el gobierno hará uso de los recursos del país en su propio provecho. Es corriente oír que el norte ya ha gobernado suficiente tiempo y es hora de que el próximo presidente sea del sur. La tribu yoruba es del oeste -incluido en el sur a estos efectos-, y a ella pertenecen la mayoría de los actuales presos políticos. Por su parte, la tribu ogoni, en la región del delta -rica en petróleo-, lleva mucho tiempo reclamando la autodeterminación y quejándose de que no ve los beneficios de los yacimientos que allí explota la compañía Shell. Las protestas contra la concesión a la Shell costaron la vida a Ken Saro-Wiva.
Pero las rivalidades no son sólo entre el norte y el sur, o entre musulmanes y cristianos. Las tribus ife y modakeke sostienen desde hace meses un conflicto por cuestión de fronteras que ha costado numerosas vidas. Los urhobos, los itsekeri y los ijaws, en la zona del delta, también pelean por las tierras.
Con este trasfondo, las llamadas de Juan Pablo II a la reconciliación fueron muy oportunas. El Papa dijo a los nigerianos que Dios ha bendecido al país con abundantes riquezas humanas y naturales y, por tanto, es deber de todos «asegurar que esos recursos sean empleados en bien de todo el pueblo. Todos los nigerianos deben trabajar para que desaparezca todo lo que ofende la dignidad de la persona humana o viola los derechos del hombre. Esto implica reconciliar diferencias, superar rivalidades étnicas e inyectar honradez, eficiencia y competencia en el arte de gobernar. (…) Cuando vemos a los demás como hermanos y hermanas, es posible empezar a curar las divisiones dentro de la sociedad y entre los grupos étnicos. La reconciliación es (…) la victoria sobre uno mismo, en vez de sobre los demás, que nunca se debe ver como un deshonor. Pues, en realidad, es la paciente y sabia arte de la paz».
Una tradición que hay que conservar
Muchas veces durante la visita, el Papa se refirió a la «cultura de la vida», que respeta la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte. Sus palabras tenían en cuenta la situación actual en Nigeria, donde aumentan los abortos y se ve una publicidad, cada vez más intensa, de anticonceptivos.
Durante la misa en Abuja, el último día de la visita, Juan Pablo II urgió a los nigerianos a respetar la vida humana hasta su fin natural y a cuidar de los ancianos en la familia.
Señaló que forma parte de la tradición africana el regocijarse por el nacimiento de un niño. A esta tradición, añadió, se debe el espontáneo rechazo de los africanos a la idea de que se pueda terminar con una vida humana no nacida, pese a que las llamadas «civilizaciones progresistas» intenten llevarles a pensar lo contrario. Recordó que la familia es el fundamento de toda comunidad humana, y que la cultura africana tiene a la familia en la más alta consideración.
«No olvidéis a África»
La despedida en el aeropuerto de Lagos, la antigua capital, tuvo sabor de intimidad y mostró -como tantas veces se ha podido ver- el enorme aprecio de Juan Pablo II por los africanos, correspondido por estos. Aludiendo a su anterior viaje a Nigeria (febrero de 1982), dio gracias a Dios por haber podido visitar de nuevo el país.
Después renovó su llamada a la unidad, la solidaridad y la paz entre todos los nigerianos, y añadió, en referencia a las dificultades que se oponen a esta meta: «No estáis solos en este importante empeño. El Papa está con vosotros. La Iglesia católica está con vosotros, y Dios mismo os dará la fuerza y la valentía necesarias para construir un futuro brillante y estable sobre la base del respeto a la dignidad y a los derechos de todos».
Concluyó el Papa: «Deseo también renovar la llamada, que tantas veces he hecho a la comunidad internacional, para que no olvide las necesidades de África, sino que trabaje con vosotros y, con espíritu de colaboración cada vez mayor, preste apoyo a todos los esfuerzos encaminados a asegurar un desarrollo y crecimiento pacífico para el continente. Todos los nigerianos deben poder sentirse orgullosos de su nación: todos deben tomar parte en la edificación del futuro. Esta es mi oración a Dios todopoderoso por vosotros. ¡Dios bendiga a Nigeria y a todos los nigerianos! ¡Dios sostenga a todos los pueblos de África!».
Eugene Agboifo OhuDos visitantes ilustres en África
La visita de Juan Pablo II a Nigeria ha coincidido con la gira de Bill Clinton por seis países del Africa subsahariana. Dos visitantes, dos intereses.
El viaje de Clinton se presenta como un signo del nuevo interés de la superpotencia mundial por el continente africano, tan marginado hasta ahora en su política internacional. Basta pensar que desde que estuviera Carter en 1978, ningún presidente de Estados Unidos había vuelto a poner el pie en el África negra. La gira de 12 días de Clinton es, como decía un comentarista del International Herald Tribune, «tres veces más larga que todo lo que sus predecesores juntos han dedicado a este vasto continente».
En cambio, desde su elección en 1978, el Papa ha viajado 13 veces a África, donde ha visitado 40 de los 56 países. Se ve que los intereses espirituales exigen una dedicación mucho más intensa que los negocios temporales.
Juan Domínguez