Juan Pablo II visita Austria por tercera vez
Viena. Si hay algún país europeo donde Juan Pablo II no va a encontrar el aplauso fácil es Austria, donde desde hace años la Iglesia católica ha sido sacudida por disensiones internas, el caso Groer, críticas a Roma y crecientes defecciones. Sin embargo, el Papa estará allí del 19 al 21 de junio, afrontando su tercera visita pastoral al país. Juan Pablo II va a encontrar una Iglesia con una serie de problemas reales, que los medios de comunicación se han encargado de agigantar y azuzar. Pero a la vez se advierte también un deseo de renovación, de volver a empezar tras unos años de crispación.
El arzobispo de Viena, Card. Christoph Schönborn, ha salido al paso de quienes presentan la situación de la Iglesia en Austria como una crisis total. Reconoce que hay crisis en algunos aspectos, pero la Iglesia «se encuentra ante una situación de cambio profundo en la sociedad, un cambio que siempre va unido a tensiones. Lo que dicen algunos medios de comunicación de que la Iglesia es una catástrofe total, es completamente falso».
Si en 1983 y en 1988 los austriacos recibieron al Papa con gran entusiasmo, no es precisamente ese el espíritu que flota hoy en el ambiente. La situación es complicada. Pero también se observa el deseo de no desaprovechar la presencia de Juan Pablo II. Como ha dicho el Card. Schönborn, «la visita del Papa debe ayudarnos a empezar una nueva etapa en la historia de la Iglesia en Austria». El viaje del Papa a este país centroeuropeo, después de visitas tan importantes como las de Cuba y Nigeria, demuestra el interés que tiene Juan Pablo II por impulsar la reevangelización en Europa. «Juan Pablo II -declaraba el Card. Schönborn- viene a darnos ánimos para que alcancemos un mayor nivel humano, cristiano y espiritual, y para fortalecernos en la fe».
Una Iglesia en retroceso
Hasta ahora, las cifras del catolicismo austriaco señalan un retroceso. Si hace veinte años los católicos suponían el 88% de la población, ahora son nominalmente el 77% de un total de 8 millones de habitantes. Cada año miles de personas «abandonan» oficialmente la Iglesia católica. En 1995, apostataron de la fe católica 43.527 personas, y en 1996, 37.061. Esto se puede saber a través del sistema de financiación que tiene la Iglesia en Austria por medio de los impuestos (ver servicio 96/95). Cada ciudadano debe manifestar a qué Iglesia pertenece y está obligado a pagarle el 1,25% de sus ingresos. A diferencia de los sistemas que se siguen en Italia o España, donde la cantidad se paga en todos los casos -a la Iglesia o a otros fines de interés social-, en Austria (y en Alemania), si se abandona la Iglesia, uno se ahorra ese dinero.
Las defecciones no se pueden explicar sólo por motivos económicos o de protesta contra la Iglesia. Más bien son un signo de la constante secularización de la sociedad, que afecta tanto a la Iglesia católica como a otras confesiones. No hay que olvidar que el porcentaje de abandonos es mayor entre los protestantes, a pesar de que en la Iglesia evangélica hay ordenación sacerdotal de mujeres, sus pastores se pueden casar y la moral sexual es mucho más «liberal» que en la católica.
El sistema de financiación hace que la Iglesia católica tenga -relativamente- bastante dinero. Con ese dinero se hace mucho bien, pero a la vez permite que muchos miles de personas vivan de la Iglesia: además de los párrocos y sacerdotes, hay asistentes pastorales, profesores de religión, funcionarios eclesiásticos y un largo etcétera.
Una petición de reformas
Veinte de esas personas que cobran de la Iglesia iniciaron en 1995 una recogida de firmas bajo el título de «plebiscito popular en la Iglesia» (ver servicio 96/95), según un tipo de iniciativa popular prevista para la vida política. Recogieron (según dicen ellos, ya que nadie las ha podido controlar) 500.000 firmas de católicos pidiendo «reformas profundas en la Iglesia católica». Los firmantes apoyaban un texto que proponía reformas en las que se incluía la posibilidad de que las mujeres fueran ordenadas sacerdotes; que los sacerdotes pudieran elegir entre el celibato o el matrimonio; replantearse la doctrina moral sexual sobre métodos anticonceptivos, relaciones prematrimoniales y la homosexualidad; y un mensaje de «más comprensión y predisposición a la reconciliación» con personas en situaciones difíciles que quieren empezar de nuevo (p.ej., divorciados vueltos a casar o sacerdotes casados). Esta iniciativa de recogida de firmas se difundió en casi todos los países europeos, obtuvo eco en Alemania y Suiza, y escaso éxito en el resto.
Los iniciadores de esta «plataforma popular» se han autoerigido en «representantes» de los católicos austriacos, y los medios de comunicación no se cansan de darles más importancia de la que realmente tienen.
El papel de la prensa
Tanto en aquel caso como en el del Card. Groer, los medios de comunicación han adoptado una postura claramente contraria a la Iglesia. La televisión estatal -Austria es el único país europeo sin televisión privada- y casi todos los diarios y prensa escrita, aprovecharon las ocasiones para atacar constantemente a la jerarquía y a la doctrina de la Iglesia.
Curiosamente, a pesar de que los niveles de práctica religiosa son más bien bajos, los medios de comunicación dedican muchísimo espacio a las noticias eclesiásticas y a temas pseudorreligiosos. Todo el mundo conoce a los obispos, siempre se les pregunta su opinión ante cualquier tema, están constantemente en las noticias. La tendencia es casi siempre hostil y se utilizan parámetros políticos: se divide a los obispos en progresistas y conservadores, se alaba a los eclesiásticos rebeldes siempre que sus críticas supongan alinearse con la ortodoxia social mayoritaria, se apoya desde las alturas mediáticas una «Iglesia de la base» frente a la Iglesia institucional. Los ataques contra la Iglesia son tan fuertes, que Günther Nenning, un famoso periodista y revolucionario del 68, no se cansa de denunciar «la campaña sucia de los nuevos anticlericales».
El mismo Card. König, que ya superados los 90 años continúa con una actividad inmensa, recordaba hace dos meses que «llama la atención cómo la prensa inglesa o americana han tratado amplia y positivamente los viajes del Santo Padre a Cuba y Nigeria, mientras que en Austria se le relega a una pequeña nota de color».
Punto final al caso Groer
Un asunto que ha acaparado la atención pública ha sido el caso del ex arzobispo de Viena, Card. Groer, acusado de abusos deshonestos cometidos cuando era consejero espiritual en un seminario en los años 70 (ver servicios 58/95, 119/95 y 60/98). Como se recordará, el Card. Hans Hermann Groer, después de tres años de acusaciones y ante la presión ingente de la opinión pública y de los obispos, se disculpó genéricamente diciendo que «pido perdón a Dios y a los hombres si soy culpable».
Ante la «poca claridad de la declaración», al día siguiente el Card. Schönborn concretaba todavía más esa disculpa de Groer y pedía perdón como arzobispo de «los fallos de mi predecesor en el cargo» y ofrecía ayuda a las víctimas. Desde el primero de mayo, el Card. Groer, muy enfermo y agotado por la situación, se ha retirado a un convento de las hermanas franciscanas de Nazaret en Dresde (Alemania). Es posible que pase allí los últimos años de su vida. Muchos pedían desde hace tiempo que se fuera a una especie de exilio.
Diálogo para Austria
La dificultad de la situación se manifiesta también en la progresiva disminución del clero (en 1997 eran 4.950 sacerdotes), de seminaristas (191), y la menor asistencia a la Misa dominical, que ha bajado del 24,3% en 1980 al 17,7% en 1997.
Según una encuesta realizada el pasado abril, el 26% «nunca» va a la iglesia, porcentaje que en 1981 era del 21%. Entre jóvenes de 16 a 29 años, el porcentaje de los que normalmente van a Misa los domingos desciende al 9%, frente al 18% en 1981. Por lo general, la asistencia a la Misa dominical es menor en las zonas urbanas y entre gente con más nivel de estudios.
La Iglesia quiere que la visita del Papa signifique un punto de inflexión, para el que el Card. Schönborn ha marcado claramente las pautas: «La renovación no tiene que ser sólo de las estructuras, sino una renovación espiritual personal». Schönborn quiere que los católicos profundicen en la fe, sin quedarse en una visión meramente política y mediática de la Iglesia. Uno de los primeros pasos que dio fue encomendar su cargo en Viena a Sta. Teresa de Lisieux, como ejemplo de espiritualidad. Tampoco se cansa de animar a los distintos grupos y movimientos que van implantándose poco a poco en Austria.
Según el programa de la visita, el Papa estará el 19 de junio en Salzburgo, donde celebrará Misa en la catedral. Este acto será el momento culmen de la celebración del 1.200 aniversario de la erección del Arzobispado de Salzburgo. Al día siguiente tendrá lugar la celebración eucarística en St. Pölten, y el domingo 21, durante la Misa en la Plaza de los Héroes de Viena, beatificará a Sor Restituta Kafka, al Padre Anton Maria Schwartz y a Jakob Kern. Los tres son santos «vieneses» y los tres se destacaron por la defensa de la fe. Sor Restituta fue ejecutada por los nazis a causa de su resistencia al régimen nacionalsocialista; el P. Anton Maria fue un precursor, a finales del siglo XIX, de la doctrina social de la Iglesia y fundador de los calasantinos; y Jakob Kern, un monje premostratense que supo ofrecer su vida en reparación por la fundación de la Iglesia Nacional Checa.
Se sabe ya los temas que el Papa abordará en las homilías. En la primera hablará de la misión apostólica; en la segunda, sobre la vocación, y en la tercera, sobre la santidad. Como se puede ver, el Santo Padre quiere alentar a la Iglesia en Austria con un claro nivel de exigencia. En un país donde las polémicas en la Iglesia han girado en torno a reformas de estructuras, parece que el Papa quiere advertir que no existirá una renovación si no hay un cambio personal. Juan Pablo II hablará así también claramente a muchos millares de austriacos que no protestan ni critican abiertamente a su Iglesia, que esperan de esta visita un impulso para un nuevo comienzo en Austria.
En octubre de este año está previsto el «Diálogo para Austria». Es una iniciativa de la Conferencia Episcopal y quiere ser un foro o una especie de concilio nacional, donde se hable de los problemas y de las necesidades de la Iglesia católica en el país. A ese encuentro acudirán representantes de todas las diócesis y de los distintos movimientos y asociaciones eclesiásticas. La Conferencia Episcopal quiere de este modo encauzar y promover los deseos de mejora y reforma que hay en muchos miles de austriacos.
José María López-Barajas