¿Una Latinoamérica menos católica? No tanto…

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Las tesis que el desarrollo económico y la prosperidad terminan por secularizar a las sociedades y desplazar a la religión de la vida e intereses del individuo, no se ha cumplido en América Latina, donde la práctica religiosa creció en promedio del 44 al 52 por ciento en 18 países de la región, entre 1995 y 2013, ”pese” al crecimiento económico experimentado.

Uruguay y Chile son los únicos países con claro descenso de la religión, y donde los ateos o agnósticos están en segundo lugar, después de los católicos

El estudio “Las religiones en tiempos del Papa Francisco”, efectuado por la Corporación Latinobarómetro, esboza cómo América Latina, que ha vivido su período más próspero entre 2003 y 2008, ha incorporado 50 millones de habitantes a la clase media en la última década y sacado a 100 millones de habitantes de la pobreza, además de consolidado sus instituciones democráticas, y no ha conocido un abandono de la religión, excepción hecha de Uruguay.

Según la investigación, más que dejar la fe, los creyentes latinoamericanos migran de una religión a otra, mayormente del catolicismo a las corrientes evangélicas protestantes, como en el caso de los países de Centroamérica. Tampoco ha habido abandono masivo de la fe católica, que experimenta un descenso de 13 puntos en su número de fieles (del 80 al 67 por ciento) en los 18 años analizados.

“Las religiones en tiempos del Papa Francisco —señala el informe— muestran que la gente las vive de acuerdo con unas creencias que son más fuertes que el impacto del desarrollo, resistentes al cambio más allá de lo esperado. Esto confirma resultados de otros estudios como el Estudio Mundial de Valores, que señala la resistencia al cambio en América Latina, la mantención de los valores tradicionales (y) una secularización muy lenta, desfasada del desarrollo económico”.

Después de la familia, la Iglesia
En el conjunto de 12 países de la región con más del 60 por ciento de católicos, el predominio del catolicismo en 1996 era del 76 por ciento en promedio. A día de hoy, si bien el porcentaje de católicos ha disminuido ligeramente hasta ubicarse en el 70 por ciento, la ventaja sobre la segunda religión está en 59 puntos.

Paraguay, Ecuador y Venezuela, a pesar de sufrir una disminución en el número de fieles católicos, mantienen los más altos índices en este sentido. Es de notar, además, que en República Dominicana y México se detectan leves tendencias al alza.

Las cifras generales de creyentes, según se ve, apuntan a la baja, pero no hay que llamarse a engaño: no son tan acusadas como algunos querrían, y a veces deparan sorpresas, como la paradoja de que, aun cuando ha decaído la confianza en la Iglesia —para los declarados evangélicos, en “su” iglesia—, del 76 por ciento en 1996 al 73 por ciento en 2013, la institución religiosa se ubica en segundo lugar en la confianza de la gente, solo por detrás de la familia (89 por ciento).

La llegada a la sede de san Pedro del cardenal Bergoglio, y su incontestable liderazgo moral, puede —según el estudio— estar influyendo en un resultado tan halagüeño.

Centroamérica, territorio protestante
Tomar el rumbo de los protestantes es lo que, por otra parte, sucede muy claramente en países como Honduras y Nicaragua: allí, la disminución del número de católicos es consecuencia del trasvase hacia las Iglesias evangélicas.

Según Latinobarómetro, en 1996 Honduras tenía un 76% de católicos y un 12% de evangélicos. Desde entonces y hasta 2013, sin embargo, los católicos pasaron a constituir solo el 47 por ciento de la población, frente a un 41 por ciento de evangélicos, en lo que el informe califica como “el cambio más rápido y fuerte en creencias religiosas de los 18 países desde 1996”.

En varios países centroamericanos ha habido un importante trasvase de fieles de la Iglesia católica a la evangélica

Habría multitud de explicaciones para enterarse de por qué han cobrado tanta fuerza los credos importados desde EE.UU., y no ya particularmente los de las iglesias protestantes tradicionales, sino los de corrientes pentecostales. Una de ellas nos recuerda que tanto Nicaragua como Guatemala y El Salvador, en el ojo del huracán durante la Guerra Fría, vivieron situaciones de extrema violencia que indujeron a sus poblaciones —victimizadas por los ejércitos que perseguían aniquilar a las guerrillas— a perder toda esperanza en un cada vez más lejano progreso social, y a refugiarse en cultos que daban la espalda a estas realidades para concentrarse solo en el premio eterno.

No bastaría esa razón, sin embargo, para explicar el lento pero sostenido declive del catolicismo en favor del ascenso de los evangélicos en Panamá y Costa Rica, las economías más estables y prósperas de la región, que no han sufrido conflictos civiles, y en los que los índices de inseguridad y violencia son notablemente menores que en los otros cuatro países del istmo. Panameños y ticos son, todavía, mayoritariamente católicos (72 y 62 por ciento), pero con pérdidas, desde 1996, de 17 y 19 puntos que pasan casi automáticamente, como por vasos comunicantes, al campo protestante.

En cuanto al país más poblado del continente, Brasil, también en él se produce el fenómeno de la migración de católicos a otras religiones, combinada con la relativa secularización que —en este caso sí— viene de la mano con la aparición y consolidación de una clase media surgida al calor de políticas de distribución de la riqueza algo más equitativas. Con un 63 por ciento de católicos (15 menos que en 1995), las cifras de Brasil se completan con un 21 por ciento (13 puntos más que entonces) de evangélicos de muy variopintas confesiones, un 11 por ciento de agnósticos y un cuatro por ciento que se inclina por “otros” credos.

Agnósticos… que bautizan a sus hijos
Quizás donde se produce el mayor coqueteo con la teoría marxista de la prosperidad material vs. religión es en dos países que avanzan a la cabeza del continente en materia de crecimiento económico, como Uruguay y Chile, en los que la práctica de la fe se ha reducido abruptamente.

El caso uruguayo es casi merecedor del título de “país agnóstico” por antonomasia, toda vez que en el año 2013 se cuenta un 41 por ciento de católicos, 19 puntos porcentuales menos que en 1995, a la vez que los agnósticos han llegado en ese período hasta el 38 por ciento. “Cuatro de cada diez uruguayos son agnósticos, cuatro de cada diez uruguayos son católicos. Uruguay ha seguido el paso de otras sociedades como las europeas donde la modernización, el crecimiento económico, han traído consigo la secularización”, apunta el informe.

Entretanto, los datos de Chile, un país que no tenía tradición de agnosticismo, hablan de un 57 por ciento de católicos (constituían el 74 por ciento en 1995) frente a un 25 por ciento de agnósticos y ateos. Durante los últimos tres años, la práctica religiosa —un aspecto en el que los países centroamericanos “protestantes” están en los primeros sitios— ha caído entre los católicos del país andino del 41por ciento en 2010 al 27 por ciento en 2013.

En 12 de 18 países, el catolicismo sigue teniendo una mayoría superior al 60%, con una diferencia media de 59 puntos sobre la segunda religión

La investigación de Latinobarómetro, al interpretar el fenómeno, se remite al “fuerte aumento de la autoexpresión” experimentado por la sociedad chilena tras dejar atrás la etapa de la dictadura, lo que iría asociado al crecimiento del agnosticismo y los “sin religión”.

Publicadas estas cifras, sin embargo, el vocero de la Conferencia Episcopal, Jaime Coiro, ha asegurado que “la creencia es robusta, y en muchos casos no es que se deje de creer en la propuesta de fe que hace la Iglesia, sino en sus exigencias morales que, para un porcentaje importante de los fieles, no se condice con sus preferencias”.

Según el portavoz, citado por el diario La Segunda, muchos no se sienten identificados con una institución que ha sido calificada de “abusadora o encubridora”, pero “pese a eso, siguen enterrando a sus muertos bajo los ritos de la Iglesia y también bautizan a sus hijos”.


Más mayores, más profesionales

Analizado el perfil sociodemográfico de la población regional, el informe arriba a las tres conclusiones.

Entre los que no tiene religión, los que tienen más peso son los jóvenes y los hombres. En cambio, entre los evangélicos, los que tienen más peso son los menos educados y las mujeres. Y entre los católicos predominan personas con más educación y mayores de 60 años.

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(1) En su ensayo Crisis social y protestantismo en Centroamérica, de 1992, el investigador Heinrich Schäfer refiere el ejemplo de aldeas del norte guatemalteco donde la resistencia guerrillera contaba con el respaldo de la población indígena, por lo que se convirtieron en objetivo del ejército. “El terror les provocó una crisis existencial del sentido de la vida. Y la perspectiva de las iglesias pentecostales les invitaba a olvidarse del desastre presente y fijarse únicamente en lo trascendente. Además, muchos entraban a la iglesia porque los militares las consideran apolíticas o de derechas, con lo que evitaban la represión” (…) .“El sistema religioso de las iglesias pentecostales, evidentemente, parece estar en mejor situación que los sistemas religiosos tradicionales de la población en cuestión que el protestantismo histórico, `para satisfacer la demanda religiosa específica que la violencia origina”.

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