Jean-Marie Guénois, uno de los vaticanistas más expertos, junto Jean Sévillia, otro veterano periodista, han publicado en Le Figaro Magazine un amplio artículo sobre el Papa Francisco titulado “Las siete verdades ocultas de Papa Francisco”, de la que traducimos la sexta titulada “Elegido para reformar la Curia, sigue siendo un hombre de poder”.
Francisco da la impresión de ser un papa demócrata, pero con su reforma de la Curia, refuerza considerablemente el poder del soberano pontífice, que ha vuelto a colocar en el centro de todas las decisiones. Hasta ahora, el poder ordinario era ampliamente ejercido por la Curia romana: un gobierno de una veintena de ministerios bajo la responsabilidad de un primer ministro, el secretario de Estado, que filtraba los asuntos para someter a la decisión del papa solo los grandes temas.
Desde su elección, toda la estrategia de Francisco se resume en soslayar esta estructura de gobierno, que teóricamente está a su servicio, pero de la que desconfía abiertamente. Sin olvidar que cuando lo eligieron papa, los cardenales no romanos le pidieron que reformara drásticamente esta organización.
La tarea está en marcha. No sin dificultades. Ha encontrado resistencias internas. Dos temas han avanzado: el gobierno global de la Iglesia y las finanzas. Francisco aplica siempre el mismo método: nombra un consejo exterior a la curia romana, compuesto por personalidades reconocidas, a las que encarga preparar la reforma. Deben responden ante él, y solo a él.
Dicho de otro modo, cortocircuita la antigua cadena de decisión en la que el papa, en cierto modo, era el último en ser informado… Salvo bajo Juan Pablo II, que recibía en su mesa del comedor personas del exterior y con los pies en el suelo.
Por lo tanto, Francisco se ha convertido en la clave de bóveda del sistema. Así como del gobierno de la Iglesia. Primero, el Papa ha elegido a ocho cardenales de distintos continentes, y les ha encargado que le ayuden a pilotar la reforma de la Curia. Después los ha convertido en consejo permanente de gobierno. Estos ocho cardenales vienen a Roma solo cuatro o cinco veces al año, pero son consultados con mucha asiduidad por el Papa cuando tiene que tomar una decisión importante. Lo que significa que la alta estrategia de la Iglesia ha dejado de ser el privilegio de la Curia romana para pasar a los cardenales no romanos, que se han convertido en los verdaderos consejeros del papa.
Para las finanzas ha usado una táctica idéntica. Ya no son los tres organismos internos los que controlan la gestión y los cordones de la bolsa, sino una comisión de quince personalidades –siete de ellos son laicos que tienen experiencia financiera internacional– que aconsejan al Papa y le dan cuenta a él directamente. Y es el Papa el que decide.