Madrid. El periodista y escritor italiano Vittorio Messori ha estado en España para presentar su último libro, El gran milagro, de la colección Planeta Testimonio. Se trata de una indagación sobre uno de los milagros más sorprendentes y mejor documentados, sucedido en Calanda (España) en 1640: a un joven campesino le fue restituida de modo repentino la pierna derecha, que le había sido amputada hacía más de dos años y estaba enterrada.
– ¿Qué pretende con este libro?
– Afirmar a los creyentes en su fe y sembrar la inquietud entre los no creyentes, hacer que la gente reflexione. Millares de lectores me han escrito en Italia diciéndome que están extrañados, que no se lo creen. El milagro es un signo de Dios para lanzar una luz. No nos interesa el lenguaje políticamente correcto de los sociólogos, ni los muertos del telediario. Nos interesa el misterio.
– ¿En qué medida cree que un milagro puede afectar al hombre de hoy?
– El hombre moderno creía en la razón. El hombre posmoderno de hoy ha descubierto de nuevo el misterio. Se ha asombrado por el misterio. El Padre Pío era un hombre de increíbles milagros. Cuando un diario italiano quiere aumentar sus lectores saca una portada sobre el Padre Pío. Es una manera de introducir en el hombre la duda de que hay otra dimensión. No toda la realidad se reduce a lo que se ve. Creo que el milagro de Calanda puede cambiar la existencia de una persona porque es un hecho único. Yo pensaba que el Dios cristiano tenía un estilo, el estilo de la penumbra para dejar espacio a nuestra libertad. Pensaba que restituir una pierna cortada es algo que al Dios cristiano no le interesa hacer porque es demasiado evidente.
– Pero basarlo todo en lo extraordinario tiene sus riesgos…
– Existe el peligro de la superstición. Pero Jesús mismo hacía milagros para despertar la atención de la gente. No hay que pararse en el milagro, sino verlo como signo del misterio para ir más allá. Todos mis libros son una investigación sobre las razones del hombre para creer, las posibilidades del hombre de hoy de tomar en serio el Evangelio. Yo no soy milagrero. Creo que la fe es un regalo de Dios, pero la razón también cuenta.
El problema es el mensaje
– Se habla mucho del adecuado uso de los medios de comunicación para transmitir el mensaje cristiano. ¿Qué opina al respecto?
– El problema de los medios de comunicación católicos no es de dinero, de encontrar millones de dólares para hacer la gran televisión católica. Cuando se tiene la gran televisión, ¿de qué se habla? Se habla de derechos humanos, de justicia, de paz, de ecología, lo que está muy bien, pero nunca se hacen preguntas sobre la verdad del Evangelio.
El problema no es cómo comunicar el Evangelio; el problema es el Evangelio. Todos los días me pregunto si este Evangelio, sobre el que he apostado mi vida y mi muerte, es verdad o no. ¿Jesús es sólo un buen moralista, un buen revolucionario, un profeta del pueblo judío o es de verdad el Hijo de Dios, el Mesías Redentor? Ese es el problema. El problema de la Iglesia hoy no es un problema de medios, de mesas redondas, de organización institucional clerical… El problema es la fe. Si un sacerdote no es signo del misterio, no me interesa su opinión sobre la política, la ciencia o la sociología. El sacerdote me interesa si me habla de Dios.
– ¿Cree entonces que el problema es que los cristianos olvidan lo fundamental, el conocimiento de Jesús a través de la lectura del Evangelio?
– Mi amigo el cardenal Ratzinger me dice siempre que el problema de la Iglesia de hoy es la continua discusión acerca de los métodos de pastoral. Se habla de métodos y se olvida del contenido. En el diario católico Avvenire he pedido unos años sabáticos en los que la Iglesia deje de publicar documentos, de celebrar reuniones… Por favor, silencio para meditar sobre la verdad del Evangelio y olvidar todas estas estrategias, métodos…
– Una idea recurrente en todos sus libros es la necesidad de que los cristianos empleen la razón, algo por otra parte en plena sintonía con la última encíclica de Juan Pablo II, Fides et ratio. ¿Por qué este empeño?
– Mi trabajo siempre ha intentado mostrar que el uso de la razón conduce al misterio. Aceptar el misterio es razonable. Me alegró mucho esta encíclica de Juan Pablo II. A mí me interesa el misterio; no me interesa el Vaticano. Lo respeto. Es una institución humana.
Asuntos como las uniones de homosexuales, la ordenación de la mujer, el ecologismo… son problemas importantes, pero secundarios. Por eso lo primero que le pregunté al Papa en Cruzando el umbral de la esperanza es si estaba convencido, no de ser el «capo» del Vaticano, sino de ser el misterio del Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro. No me interesa cómo se llama el Papa. Respeto a las personas. Sin el Evangelio, la moral no me interesa. La ética no me interesa si no es porque viene de Jesús, si no estoy convencido de que Jesús es el Hijo de Dios.
Jordi Benítez