La última edición del Festival donostiarra se ha caracterizado por el discretísimo nivel de la sección oficial y por unas secciones paralelas menos atractivas que en años anteriores. No son pocos los que ven muy necesario un golpe de timón en la dirección de uno de los cuatro grandes festivales de cine europeos, que tiene el «handicap» de ser el último en celebrarse.
El jurado presidido por la actriz Anjelica Huston no tenía demasiado para elegir. La ganadora de la Concha de Oro a la mejor película fue «Stesti» («Algo como la felicidad»), del checo Bohdan Sláma, que también ganó el premio a la actriz. La cinta cuenta la relación entre Monika y Tonik, amigos y vecinos desde la infancia, golpeados por los problemas de otros habitantes de un barrio obrero. Esas dificultades harán que surja entre ellos un afecto nuevo. Sláma utiliza una narración fragmentada, un poco confusa, con personajes bien caracterizados y un tono bastante pesimista, con momentos muy desagradables. El personaje de Monika, una buena samaritana, tiene fuerza y es positivo en un contexto desalentador.
El premio al guión recayó en la alemana «Verano en Berlín», del prolífico Andreas Dresen, conocido como cronista de la nueva Alemania oriental. Con mirada tragicómica pone el foco en las vidas de dos mujeres, amigas y vecinas, que no llevan una vida fácil. Katrin está divorciada, es madre de un niño y tiene problemas con el alcohol; Nike es una soltera muy alegre y atractiva y ligera de cascos que cuida ancianos para sobrevivir y que busca al hombre de su vida. Ambas necesitan ser queridas pero eligen mal y sufren. Cuando a ambas se les caiga la venda de los ojos se darán cuenta de que vuelven a estar juntas, aparentemente contentas, pero solas. Dresen habla de problemas como el desempleo, las familias rotas y la difícil vida de las mujeres solas. La banalización del sexo se muestra con una innecesaria crudeza que va unida a un humor notable.
El chino Zhang Yang obtuvo el premio al mejor director por «Girasol» («Sunflower»), que también fue premiada por su fotografía. Se trata de una película río que sigue la evolución de una familia a lo largo de treinta años de historia china, desde el último año de la Revolución Cultural (1976), cuando el pequeño Xiangyang, de nueve años, se reencuentra con un padre -pintor- al que ya no recuerda y que ha pasado los últimos seis años en un campo de trabajo. Yang (que obtuvo el mismo galardón en 1999 por «La ducha») es un buen director y su historia tiene interés, aunque se hace pesada y peca de una linealidad excesiva.
El premio especial del Jurado fue a parar a la argentina «Iluminados por el fuego», de Tristán Bauer, sobre un grupo de ex combatientes de la Guerra de las Malvinas. Según el jurado, porque «es un film que transporta con emoción e inteligencia el trágico sinsentido de la guerra y el efecto de la memoria de una experiencia dolorosa en la vida cotidiana de la gente». La opinión más extendida entre los críticos es que el premio, más que a la calidad de la cinta (su guión deja mucho que desear y la realización es elemental), obedeció a su tema y a la ayuda que había recibido del certamen vasco en la edición anterior (recibió el premio de Cine en construcción).
Juanjo Ballesta, joven actor madrileño de 18 años, se llevó un premio al actor que nadie objetó. Cierto es que la película «7 Vírgenes» se acerca a la delincuencia y la marginación juvenil en un barrio sevillano con una mirada bastante discutible y que el papel de Ballesta es un calco de su interpretación en «El Bola».
Alberto Fijo