A finales del siglo XIX, la cocinera de prestigio Eugenie lleva 20 años trabajando para el gastrónomo de élite Dodin. Todo parece ser idílico en sus vidas con la excepción de que a él le gustaría casarse con ella, pero no encuentra la manera de convencerla.
En 1992, el director vietnamita Tran Anh Hung fue uno de los grandes rivales de Fernando Trueba el año en que España ganó el Oscar por Belle Époque. Su ópera prima, El olor de la papaya verde, supuso una revolución para la industria audiovisual vietnamita, que pasó a tener una repercusión internacional insólita. Sin embargo, la carrera de Tran Anh Hung no tuvo la continuidad que se presumía, con títulos en el extranjero que no convencieron, como Escapando del infierno, Tokio Blue o Éternité.
A fuego lento ganó el premio a la mejor dirección en el pasado Festival de Cannes, y logró desbancar a Anatomía de una caída, ganadora de la Palma de Oro, al ser seleccionada por Francia para representar a los Oscar. Es evidente que la dirección de Tran Anh Hung hace que cada plano parezca un bodegón, con un uso excepcional de la fotografía y de los movimientos de cámara. También resulta muy delicado el encanto y naturalidad de un reparto de campanillas en el que están Juliette Binoche, Benoît Magimel, Emmanuel Salinger o Galatéa Bellugi. Sin embargo, el guion de la película está muy desequilibrado con su belleza estética. La trama es prácticamente insignificante, y esa expresión de la interioridad de los personajes a partir de la minuciosidad y detallismo de sus platos acaba siendo reiterativa y algo empobrecedora. A fuego lento es un menú considerable de sensaciones, pero sin el regusto en la memoria que dejaban El festín de Babette (1987) o Deliciosa Martha (2002).