Alexander Payne es uno de los directores jóvenes más interesantes del momento. A propósito de Schmidt, de la que él mismo es coguionista, acude a Hollywood con dos nominaciones a los Oscar: al actor principal (Jack Nicholson) y a la actriz secundaria (Kathy Bates). Nicholson ya ganó el Globo de Oro por esta actuación, mientras que Alexander Payne y Jim Taylor obtuvieron el Globo de Oro por el guion.
Basada en la novela de Louis Begley, la película comienza cuando Warren Schmidt (Jack Nicholson), tras huir de la fiesta de su jubilación, se da cuenta de que no tiene nada que hacer, no le dejan hacer nada y tampoco sabe qué podría hacer. Casi por aburrimiento, a través de una ONG apadrina a un niño, Ndugu, de una misión en Tanzania y le escribe una carta. Por otra parte, a los pocos días su esposa fallece y descubre también que la vida es más complicada sin ella. Después del funeral, sin otra cosa que hacer, se pone en camino hacia Denver, en la caravana que había comprado con su mujer, con la intención de pasar el tiempo con su hija Jeannie e impedir su boda con un novio al que desprecia. Durante todo este tiempo escribe a Ndugu y en sus cartas vierte sus reflexiones y su amargura.
Warren Schmidt comprende que su vida ha sido básicamente egoísta. Se da cuenta también de que tal vez no fue el marido ideal, y de que su hija le quiere, aunque le considera –con razón– un mezquino. ¿Qué queda? Pues queda una oración nocturna –magistral escena–, sobre el techo de la caravana, mirando al cielo y hablando con su difunta esposa. Y queda una inefable sensación de soledad…, y las cartas a Ndugu. Una pregunta: «¿Qué ha mejorado en este mundo, gracias a mí?» Y la sorprendente carta que recibe al final y que da una respuesta inesperada a todo lo que ha ocurrido.
Payne provoca continuamente la hilaridad explotando el lado cómico de la vida cotidiana, de los tópicos norteamericanos. La sorpresa del jubilado ante los actos habituales, ahora cargados de una significación nueva, es una fuente inagotable de comicidad. En este sentido, cada una de las cartas-secuencia al ahijado es un auténtico poema. Jack Nicholson llena de humanidad a su personaje. Hay que descubrirse ante su expresividad, así como ante el valor de Payne al recurrir al primer plano sin caer en el exceso.