Director: Peyton Reed. Guión: Eve Ahlert y Dennis Drake. Intérpretes: Renée Zellweger, Ewan McGregor, Sarah Paulson, David Hyde Pierce, Tony Randall. 101 min. Adultos.
Tras dirigir cortos, video clips y telefilms, el norteamericano Peyton Reed debutó en 2000 con A por todas, una mediocre comedia de cheerleaders. Ahora, en Abajo el amor, intenta imitar el tono sentimental y algo picante de las tres comedias rosas -Confidencias a medianoche, Pijama para dos y No me mandes flores- que hicieron famosos a Doris Day y Rock Hudson, e inauguraron un subgénero dentro de la comedia sofisticada de Hollywood. Para ello, Reed ha contado con un excelente equipo artístico y técnico; pero el conjunto resulta fallido e irritante por culpa de su tono demasiado paródico y sexualizado.
En 1963 llega a Nueva York Bárbara Novak, una candorosa chica sureña que ha escrito un libro-denuncia titulado Abajo el amor. En él arremete contra el machismo y reivindica la liberación de la mujer que, según ella, debe renunciar al amor hacia los hombres, practicar el «sexo a la carta» y conquistar sin complejos el mercado laboral. El libro resulta un bombazo en todo el mundo, y Bárbara se convierte en el icono del nuevo feminismo. Esto provoca a Catcher Block, un vanidoso play-boy que es el periodista estrella de la más famosa revista masculina. Para demostrar la falsedad de las tesis de Novak, Catcher intentará seducirla haciéndose pasar por un cariñoso e ingenuo científico nuclear. Mientras, el editor de él y la editora de ella viven en paralelo otro romance singular.
Desde siempre, la gran comedia se ha asentado en un delicado entramado de equilibrios, que permite arrancar la carcajada o la sonrisa sin caer en boberías o en excesos grotescos o groseros. Abajo el amor logra esos equilibrios sólo a ratos y más en su ambientación que en sus personajes. Hay que quitarse el sombrero ante el esfuerzo técnico realizado -dirección artística, vestuario, fotografía, música…- para recrear el encanto, en brillante technicolor, de aquellas comedias de los primeros años 60. También los divertidos enredos amorosos son desarrollados con agilidad y sin caídas de tensión. Y, desde luego, los excelentes actores, con Zellweger y McGregor a la cabeza, demuestran su carisma y calidad. Sin embargo, todo esto sirve a una historia salida de tono, aparentemente elogiosa del matrimonio, pero a menudo cruelmente paródica con los valores morales que sustentaban las viejas comedias en que se basa, y plagada de zafias bromas sexuales, impensables en un film de aquella época y aún inaceptables en una comedia respetuosa con el espectador inteligente.
Así que Abajo el amor, respecto a las comedias clásicas citadas, padece el mismo defecto grave que mostró Lejos del cielo respecto a los dramas de Douglas Sirk: una permutación anacrónica y tramposa de los cimientos éticos en que se basan los films a los que supuestamente quieren homenajear. Y ya se sabe que si fallan los cimientos, lo demás queda en frágil castillo de naipes, por mucho que parezca por fuera un imponente rascacielos.
Jerónimo José Martín