Sophie acaba de cumplir 11 años y va a pasar unas semanas de vacaciones con su padre, recientemente divorciado de su madre. A ella le gusta grabarlo todo, entrevistar a su padre, hacerle preguntas que lleva demasiado tiempo callando. “Cuando tenías 11 años, ¿cómo pensabas que iba a ser tu vida ahora mismo?”. Su padre no es capaz de responder, hay algo que no funciona dentro de él y esa pregunta se lo ha recordado con demasiada claridad.
Esta escena resume un misterio que, a lo largo de la película, el espectador intenta resolver. La planificación combina los grandes espacios del hotel con espléndidas vistas al soleado mar, y las imágenes en movimiento, casi claustrofóbicas, que muestran la cercanía entre padre e hija. Se intuye la necesidad de afecto mutuo, de aprovechar esos días como si fuesen los últimos.
La directora escocesa Charlotte Wells (Edimburgo, 1987) ha querido contar en su primera película la relación que tuvo con su padre en unas vacaciones, desvelando solo en parte el motivo de la intensidad de estos recuerdos. Ese pudor impregna a la historia de una sensibilidad y un simbolismo muy asociados a la memoria selectiva de los adolescentes y a su capacidad para reconstruir la realidad a través de recuerdos fugaces.
La complicidad entre Paul Mescal (God’s Creatures) y la jovencísima Frankie Corio permite al texto ser muy sintético, centrándose en gestos mínimos que son un verdadero prodigio de composición. Solo hace falta verles bailar y cantar Losing my religion, de R.E.M., y Under pressure , de Queen y David Bowie, cada uno en su mundo, para comprender todo un tratado de afectividad y filiación fracturados, que se clarifica gracias a la letra de esas canciones.
La película se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes y obtuvo críticas excelentes. En los próximos meses se hablará más de ella porque está nominada a numerosos premios internacionales de prestigio. Lo merece.