Aladdin

Directores: John Musker y Ron Clements. Dibujos animados.

Tras el éxito arrollador de La Sirenita y La Bella y la Bestia, los Estudios Disney no se han dormido en los laureles y han arriesgado bastante con Aladdin, su largometraje número 31. Parece que su apuesta ha salido redonda; hay están los nuevos récords de taquilla que está estableciendo la película en todo el mundo y los Oscars a la mejor banda sonora y a la mejor canción que ha vuelto a conseguir Alan Menken.

En principio, su guión -libérrima adaptación del popular relato de Las Mil y Una Noches- se enmarca en el tradicional recurso a los cuentos de hadas de la factory. Aunque ya se aprecia en él un hábil toque de emancipación juvenil. En efecto, todos los personajes intentan liberarse de alguna atadura. Así, el joven Aladdin y su mono Abú quieren abandonar su vida vagabunda y anodina; la independiente princesa Yasmin no piensa en otra cosa que en escapar de la cárcel-palacio de su padre, el Sultán de Agrabah; la gran ilusión del Genio es salir de la estrechez de su lámpara mágica; y una divertida alfombra voladora sueña con huir de las oscuras entrañas de la Gruta de las Maravillas. Cuando todos ellos encuentren la puerta de salida, se darán de narices con el malvado visir Yafar y con Iago, su insoportable loro parlanchín.

En realidad, la película avanza en la renovación argumental que ya mostraban sus dos insignes predecesoras. Pero a la postre, acaba siendo muy distinta. El mérito de esto lo tiene el personaje del Genio, cuyos perfiles han sido definidos por su actor de doblaje, el excéntrico y chispeante Robin Williams. La alocada personalidad del Genio marca decisivamente el tono del film, cargado de un eficacísimo humor heterodoxo, lleno de guiños cinematográficos.

Este enfoque cómico de la historia, alejado de la contención de las producciones clásicas de la Disney, influye también en la resolución estética de la película. De lo de siempre sólo conserva lo esencial: un estilo muy cuidado, una sólida estructura narrativa, ciertos valores humanos -optimismo respecto a la condición humana, triunfo del espíritu sobre la fuerza, fe en uno mismo, solidaridad con los necesitados- y unos magníficos personajes secundarios -la alfombra voladora y el monito Abú son alucinantes-. Todo lo demás es muy de ahora: dibujos estilizados -inspirados en el autor de cómics Albert Hirschfeld-, psicodélica paleta de colores, montaje trepidante y numerosas secuencias espectaculares animadas por ordenador.

Aladdin confirma con creces la alta calidad de John Musker y Ron Clements. Esta vez su cóctel explosivo de comedia musical, aventuras exóticas, romance, magia y humor paródico era muy difícil de manejar. Pero han conseguido un producto sobresaliente y, además, más llevadero para el público adulto, que agradecerá que los momentos blandos sean rápidamente aliviados con fuertes giros de humor o de aventuras.

Jerónimo José Martín

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