La nueva película del siberiano Aleksandr Sokurov (Podorvija, 1951, cerca de Irkutsk, donde Miguel Strogoff se las tuvo tiesas con el pérfido Iván Ogareff) cuenta una historia mínima que es, al mismo tiempo, una gran historia universal. Una anciana señora, Aleksandra Nikolaevna, va a ver a su nieto, a quien no ha visto desde hace siete años. Denis es capitán del ejército, y combate en Chechenia. Tras un largo y agotador viaje de tren, la anciana llega al campamento donde pasará unos días. Aleksandra no está para tonterías, pasea por todas partes, habla con todos, mira mucho, discute con su nieto, hace amistad con una anciana chechena, y toma el tren de regreso.
El cine de Sokurov (Padre e hijo, El sol, El arca rusa) es hermético y admite diferentes lecturas. En el caso presente hay una crítica a la guerra chechena en particular y a todas las guerras en general. La mirada de Aleksandra se fija en los soldados, poco más que niños, que pierden su humanidad; toma un Kalashnikov, apunta y dice “es muy fácil”. Va al mercado local y habla con los “enemigos” y se fija en el odio y la distancia que han provocado los combates. E invita a su nueva amiga a ir a su casa, en Rusia. Finalmente, se preocupa de su nieto y de su futuro: ¿qué puede hacer cuando se licencie, si llega a licenciarse? Debería casarse de una vez.
Aleksandra no es una película fácil de ver; la paleta de Sokurov tiende a la monocromía; saturado en exteriores todo se vuelve sepia; en interiores tiende al verde. Sokurov juega continuamente con el sonido y con el fuera de campo. La película provoca un continuo desasosiego; el ambiente es inquietante, amenazador y algo surrealista. Hay que aceptar la absurda situación de ver a una anciana en ese lugar y circunstancias; también hay que aceptar, y aprender a interpretar esas miradas y diálogos. Finalmente hay que concluir que también se trata de una fábula, que Aleksandra sería la madre Rusia que aboga por la familia, que a todos quiere y que lamenta -sin estridencias- muchas cosas. También hay que recordar que el cine de Sokurov tiene un carácter onírico y que tal vez Aleksandra no haya acudido a ese campamento, pero que a su nieto, sea quien sea, le gustaría que fuera.
No es el mejor Sokurov, pero sí un filme interesante, construido en torno a Galina Vishnevskaya, diva de la ópera rusa.