Joy Mc Nally es una pija ejecutiva a la que su novio ha dejado en medio de una fiesta de cumpleaños. A Jack Fuller, un guapito gamberro y vago, lo acaba de despedir de la fábrica su propio padre. Los dos viajan a Las Vegas para desquitarse. Después de una noche de juerga, se levantan casados. El único obstáculo para divorciarse es que, en las horas que duraba el matrimonio, han ganado 300.000 dólares.
A partir de un guión de Dana Fox (autora de la mediocre El día de la boda), el realizador británico Tom Vaughan se decanta en su segundo largometraje por un producto muy comercial que sigue al dictado las notas que han hecho triunfar la comedia romántica desde que el cine es cine: una pareja atractiva que se encuentra, se gusta y se pelea para después descubrir que están hechos el uno para el otro. Quizás porque el guión de Fox empieza por la pelea, la cinta se sumerge en la eterna lucha de sexos, pero lo hace con simpatía, con momentos muy divertidos, aunque hay otros con exceso de sal gorda y un pedestre humor escatológico. Además, el guión se atreve a plantear una visión positiva del matrimonio, aunque la coda final (en línea con las gamberradas groseras tipo Algo pasa con Mary) sea absurda.
Asumidas sus limitaciones, la comedia funciona entre otras cosas por la pareja protagonista. A sus 36 años, Cameron Diaz demuestra que sigue teniendo talento cómico para las películas disparatadas; mientras Asthon Kutcher, que confesó haber tenido que moderar su tendencia a hacer el payaso, consigue darle bien la réplica.