Sobre el papel, pocas apuestas tan atractivas como Aliados. Cine de espías, rodado a lo clásico, por un experimentado director, Robert Zemeckis (Forrest Gump, Náufrago, El vuelo), y protagonizado por una pareja de atractivos y solventes intérpretes (Bard Pitt y Marion Cotillard). Con estos mimbres era difícil hacer una mala película. Aliados no lo es. Pero tampoco es buena. Ni mucho menos.

La historia de dos agentes secretos que fingen ser un matrimonio bien avenido en el protectorado francés de Marruecos en 1942 (decir algo más del argumento es un homicidio) está contada de una manera irregular. La primera hora es un absoluto desastre. Una narración plana en la que la prisa por describir un romance deja desmadejadas, no solo la subtrama de espionaje (chapuceramente relatada), sino la propia historia de los personajes, escritos con un par de brochazos. Esta falta de escritura de los personajes lastra toda la película, apoyada precisamente en la relación entre los dos. Además, como suele pasar cuando el guion está crudo, se tira de recurso fácil, en este caso de una explícita escena sexual que tiene mucho más de reclamo de revista del corazón que de necesidad narrativa. La segunda parte, gracias a un giro de guion que –misterios de la vida– la propia distribuidora se ha encargado de destripar, mejora mucho. Hay más historia, más tensión. Hay partido, aunque el desenlace –excesivamente acelerado y, de nuevo, con poca cocción– vuelve a decepcionar.

Este guion tan escasamente cocinado deja a los actores a la intemperie. Marion Cotillard es soberbia como actriz y consigue salvar los muebles a pesar de no ser, ni de lejos, uno de sus mejores papeles. Mucho peor parado sale Brad Pitt, que deambula rígido sin saber muy bien qué hacer con su personaje. Se ha hablado mucho de la falta de química entre los dos actores, pero insisto que más que falta de química lo que hay es falta de escritura.

El resultado final es una cinta que deja bastante frío al espectador, a pesar de que la historia sea emocionante. Una película que no termina de volar alto, aunque alas tenía de sobra.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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