El agente secreto Anacleto es, sin duda, el personaje más famoso de los cómics de Manuel Vázquez: una especie de James Bond a la española, fumador empedernido, bastante patoso y sometido a su jefe. Hasta aquí el cómic. En la película, Anacleto –además de tener bastante más glamour que en la tira gráfica– tiene un hijo. Un treintañero que más que vivir, vegeta, tratando de mantenerse a flote con un trabajo como guardia de seguridad y una rutinaria relación con una chica cansada del aburrido de su novio.
No es fácil encontrarle el tono cinematográfico a un cómic. Y menos, si el cómic es español. Los americanos lo bordan, porque viven de los superhéroes. Pero el cómic español tiene unos elementos costumbristas y un humor característico que dificulta su traslado a la pantalla grande. La simple ecuación que hace el cine americano con gran parte de sus cómics, convirtiéndolos en películas de acción, aquí es mucho más difícil. Y, de hecho, los tímidos intentos que ha hecho el cine español se centran en un par de personajes (Mortadelo y Filemón se llevan la palma) y en un género: el cine de humor, animado o no. En ese sentido, Zipi y Zape dio un paso: ya no se trataba de una película de humor, sino de una cinta familiar y de aventuras.
Javier Ruiz Caldera (Tres bodas de más) da un paso más: Anacleto es una película de acción. Una cinta diseñada como si fuera una “americanada”… pero hispana hasta la médula. Anacleto –magníficamente interpretado por Imanol Arias– podría, con un poco de esfuerzo, ser incluso Bourne, pero tiene un hijo que parece salido de La hora de José Mota. Esta fórmula extrema –y muy arriesgada– funciona bien: estamos ante una comedia de acción, con momentos absolutamente hilarantes.
Y funciona bien gracias a que hay detrás un guion muy ingenioso (escrito a seis manos por jóvenes guionistas que vienen del mundo de la televisión), que parodia con gracia las cintas de superhéroes americanos (con sus conflictos paterno-filiales, sus romances y guerras de buenos y supermalos) y exprime con sorprendente inspiración el juego de personajes opuestos, al que solo hay que reprocharle algunos brochazos soeces y gores que alejan la película del público joven (quizás intencionadamente para buscar un target más adulto).
También funciona como un reloj suizo el montaje, que no deja respirar al espectador y que mantiene la película a un nivel alto, casi de clímax, sin apenas caídas de ritmo. Y como la cinta está bien escrita y bien montada, los actores disfrutan y se lucen, especialmente la pareja protagonista. Una pareja que demuestra que adaptar los comics quizás no, pero la tradición hispana de conjugar opuestos se nos da divinamente.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
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