Con cinco premios, la cinta francesa The Artist es la triunfadora de los Oscar al ganar en las categorías principales de mejor película y director. El delicioso melodrama francés cuenta una emotiva y delicada historia sobre el ocaso de las estrellas del mudo norteamericano con la llegada del cine sonoro. Vitalista, hermosamente acabada, dinámica y muy bien interpretada, es una digna triunfadora. The Artist lleva ganados algo más de 30 millones en Estados Unidos, una buena cifra para una cinta extranjera, y ahora podría recaudar bastante más, porque no en vano es un homenaje a Hollywood y a América como fábrica de sueños.
The Artist podía ser la favorita –que lo era–, pero restarle méritos y apelar a interpretaciones del estilo “en tiempos de crisis, Hollywood apela a la nostalgia” es una soberana tontería. The Artist no es una película muda o un ejercicio de nostalgia. Es simplemente una buena historia muy bien contada. Con una realización y unas interpretaciones soberbias. Negarse a reconocerlo es mero pataleo.
Cinco premios fueron a parar a La invención de Hugo, la carísima película familiar de Martin Scorsese, a la que estos premios pueden ayudar a cubrir gastos, porque los 115 millones de dólares ganados en taquilla hasta la fecha son muy poco para lo que costó.
La cinta tiene un acabado impecable, y los cinco premios a su factura en video y audio son razonables, siempre que se esté dispuesto a conceder crédito a la película como cuento adulto que esconde un emotivo homenaje a los pioneros del cine, en concreto, y paradójicamente, al francés Georges Méliès. El más importante de los cinco galardones obtenidos fue el de fotografía, al que se sumaron dirección artística, dos por el sonido y otro por los efectos visuales.
Las consideraciones que puedan hacerse sobre el mérito de películas no premiadas que tienen gran valía, como El árbol de la vida, son razonables, pero los premios de la Academia de Hollywood son lo que son. Moneyball también se fue de vacío.
Buenos actores en películas flojas
En una gala a la que volvió el actor Billy Crystal, dos veteranos actores, Meryl Streep y Christopher Plummer, ganaron en la parcela interpretativa, que se completó con Jean Dujardin, protagonista de The Artist, y Olivia Spencer (Criadas y señoras). Streep logra su tercera estatuilla, igualando a Ingrid Bergman y solo superada por Katharine Hepburn, con cuatro.
Salvo en el caso de Dujardin, es llamativo que ganen los premios interpretativos actores de películas flojas, que pueden gustar más o menos, pero que están muy lejos de la categoría fílmica de otras propuestas con las que competían, como El árbol de la vida, Los descendientes, Moneyball o Mi semana con Marilyn. Se reproduce así una pregunta que se ha convertido en un clásico de los Oscar: ¿tiene sentido premiar a buenos actores (nadie duda del talento de Streep, Plummer y Spencer) en películas que no pasan de discretas como la muy decepcionante La Dama de Hierro y las muy convencionales Criadas y señoras y Beginners? Proceder así cuando hay actores magníficos (Clooney, Pitt, Williams) en películas magníficas es frustrante.
Woody Allen (Midnight in Paris) y Alexander Payne (Los descendientes) ganaron en guion, obteniendo los dos la tercera y segunda estatuillas respectivamente en esas categorías. Allen ganó en 1977 con Annie Hall y en 1987 con Hannah y sus hermanas. Como director tiene un cuarto Oscar, por Annie Hall. Payne ganó por primera vez en 2005, por el guión adaptado de Entre copas, y ahora reedita premio en una película que parece fácil de contar pero que es muy difícil, porque se te puede ir el tono en cualquier momento.
América premia a un director iraní
Nader y Simin. Una separación fue la mejor película en lengua no inglesa en un año con películas de gran nivel. Su director iraní quiso agradecer el premio con una llamada a la distensión y el entendimiento entre culturas muy diversas. Muchos pensamos que no es un problema de culturas, pero no es el momento ni el sitio para extenderse. Aunque hay algo que es inevitable señalar. En Estados Unidos premian a un director iraní. En Irán meten en la cárcel e impiden trabajar a directores iraníes de prestigio, ganadores de premios en festivales occidentales. Eso no es una diferencia cultural. Es otra cosa.
El premio al mejor documental fue para Undefetead, una película sobre un equipo de fútbol americano en horas bajas, con una historia hasta cierto punto parecida a la de Moneyball.
Rango ganó en animación y fue premiado el montaje de la truculenta versión de la sueca Millennium que ha dirigido David Fincher.
Todo en una gala más bien sosa. Pero la excepción es que haya galas que no lo sean. Para lograrlo hace falta un sentido del espectáculo que no termina de encajar en algo que no deja ser una reunión de profesionales recibiendo premios, con alguien más o menos ocurrente que dice chistes en los intermedios. La realización, es justo reconocerlo, es magnífica.
Es inevitable no mencionar a grandes películas que se van de vacío. Este año hubo una, El árbol de la vida. Nos parece que a Mr. Malick le trae sin cuidado. Entre otras cosas, porque el bosque de Hollywood es pequeño para un árbol tan grande.
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