En el pequeño pueblo de los irreductibles galos se machaca a los romanos, se cazan jabalíes y de vez en cuando irrumpe el amor. Esta vez ha caído en sus redes Lunátix, un joven guerrero, intrépido y romántico, que se ha enamorado perdidamente de la princesa griega Irina, a la que también pretende Bruto, el corrupto hijo de Julio César. Ambos competirán por la chica durante los Juegos Olímpicos, a los que Lunátix acude acompañado por Astérix, Obélix, el druida Panorámix y el bardo Asurancéturix.
Sorprende la incapacidad de los cuatros guionistas y de los dos directores para llevar a buen puerto esta versión libre de uno de los mejores álbumes de Uderzo y Goscinny. La ambientación y los efectos especiales están bien, los actores cumplen, y nunca se pierde un amable tono familiar, alejado del humor grueso de otros filmes parecidos. Sin embargo, todas las modificaciones respecto al cómic son para empeorar el guión, los cameos acaban agotando, y los golpes de humor resultan demasiado bobos, y carecen de la sutil ironía de los originales.