Cualquier estreno de Wes Anderson se convierte en acontecimiento cinematográfico. ¿Las razones? Su indudable personalidad visual, su originalidad, su rompedor uso del color y el diseño y, últimamente, sobre todo, el increíble elenco de actores que se suman a sus excéntricas propuestas. Un reparto capaz de aglutinar en un solo photocall varias alfombras rojas de festivales internacionales.
De hecho, parte del incentivo de Asteroid City es ver desfilar por la pantalla, aunque solo sea un par de minutos, a Tom Hanks, Adrien Brody, Scarlett Johanson, Margot Robbie o Steve Carrell (por citar solo a una pequeña parte del reparto). En los años 50, en una minúscula aldea en medio del desierto, donde cayó hace tiempo un meteorito, se va a celebrar la entrega de premios a un grupo de jovencísimos científicos. Entre medias, un dramaturgo trata de terminar una obra de teatro.
Visualmente, la cinta es arrebatadoramente bella, quizás la más bella de la filmografía de Anderson (y eso que tiene joyas). Cada fotograma destila carisma. Son auténticos cuadros donde uno se quedaría a vivir. El montaje, la conjunción de planos, el protagonismo de la banda sonora, las texturas, el vestuario… todo confluye en un auténtico festín para los sentidos.
El problema es que, detrás de este apabullante envoltorio visual, la historia que se cuenta es muy escasa; capítulos deslavazados que aportan un apunte interesante sobre el metarrelato por aquí, otro sobre las relaciones amorosas por allí, pero sin apenas lógica ni coherencia narrativa. Desde el punto de vista del guion, la película no llega a despegar, y eso es un error importante en una historia que debería desplegarse y volar.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta