España, 1931. Un joven desertor ex seminarista se refugia en casa de un rico y perezoso escéptico, republicano, marido consentiente y padre complaciente de cuatro hijas, con las que el ex seminarista tendrá relación sexual, y se casará con la más joven.
Quiere ser una comedia, pero no lo consigue: hay demasiado realismo grueso y lento, sobre todo en las escenas de cama (meta de toda la historia). Falta desenfado, y sobra irritación mal disimulada contra determinadas instituciones. Una disfrazada apologética del sexo irresponsable, la burla de toda moral y religión, lastrada por un soterrado odio, impiden la frescura chispeante de toda comedia: ahí está Rafael Azcona con su ibérico y chabacano guión de siempre.
Fotografía, montaje, vestuario… no bastan para hacer una buena película. Ésta ha sido premiada con nueve premios Goya, los galardones cinematográficos más importantes que se conceden en España. Premiar esto es premiar la mediocridad artística y la cerrazón de ideas.
Pedro Antonio Urbina