Sin duda muchos puristas se han escandalizado de que haya quien se atreva a hacer una nueva versión del clásico Ben Hur de 1959. No tanto un remake, porque la nueva película del director ruso afincado en EE.UU. Timur Bekmambetov es una adaptación de la novela de Lewis Wallace, y no una mera actualización del famoso film de William Wyler. ¿Por qué –se preguntan– intentar mejorar una obra maestra? Ciertamente, si la intención del film fuera superar a su predecesora, se trataría de una veleidad pedante y pretenciosa. Pero lo que no podemos ignorar es que existe una generación de jóvenes que ni han visto ni tienen intención de ver una película de romanos de hace casi sesenta años. Se trata pues de un público inédito que gracias a este nuevo film puede conocer la intensa y apasionante historia de Judá Ben-Hur.
En realidad, argumentalmente no hay grandes novedades, pero en cuanto a puesta en escena se refiere, la revolución digital proporciona unos recursos impensables en 1959. Escenas de corte épico como las batallas navales o la conocida carrera de cuádrigas en el circo romano adquieren una nueva dimensión de espectáculo. Las tramas dramáticas proponen acentos y matices diferentes de la versión clásica, pero que no tergiversan las ideas vertebrales del relato. Incluso la subtrama relativa al Nazareno, que podía haberse visto afectada por el laicismo imperante, mantiene impecable el mensaje evangélico original. Sí que hay una distancia notable con la versión antigua, y es el relativo al casting. Si aquella contaba con estrellas consagradas como Charlton Heston, aquí se opta por un reparto de segunda fila, como Jack Huston o Toby Kebbell, y solo entre los secundarios encontramos nombres de relumbrón como el de Morgan Freeman.
La puesta en escena es convencional, típica del género de aventuras, pero consigue entretener sin rebajar el tono dramático necesario. Una buena ocasión para los más jóvenes.
|