Director: Stephen Daldry. Guión: Lee Hall. Intérpretes: Julie Walters, Jamie Bell, Jamie Draven, Gary Lewis (III), Jean Heywood, Stuart Wells, Mike Elliot, Janine Birkett. 110 min. Jóvenes.
El título lo dice todo. Billy Elliot quiere bailar. Es un chaval de 11 años, de familia obrera. Su destino sería la mina, como su padre viudo; a no ser que antes Margaret Tatcher dé cerrojazo a las explotaciones mineras del Norte de Inglaterra. Pues estamos en los años 80, época dura para la clase obrera; el mismo telón de fondo que inspiró títulos como Full Monty o Tocando al viento. Pero a Billy no le atrae ni la negrura del carbón ni un par de guantes de boxeo. Lo que le gusta es la danza.
El desconocido Stephen Daldry se basa en un guión del dramaturgo Lee Hall, que elaboró la trama a partir de sus recuerdos de infancia. Y logra una perfecta simbiosis entre el drama personal (Billy hará lo imposible para ver cumplido su sueño) y social (el modo de vida de una serie de personas, a punto de desaparecer). El film también aporta una interesante reflexión sobre el acceso de la clase obrera a la cultura. Tras la incomprensión inicial, las imágenes del padre de Billy extasiado ante el talento de su hijo, o su deslumbramiento al llegar a Londres y descubrir un mundo que desconocía, son muy ilustrativas.
Estos temas están bien engarzados en la trama, dura y sensible a la vez, expuesta con un imaginativo uso de música y danza. Vivimos con Billy su aprendizaje, sufrimos con él la cerrazón de padre y hermano, o la relación ambivalente con la profesora: por un lado, se agradece su ayuda; por otro, cuesta creer que ella, de posición relativamente acomodada, le esté ayudando desinteresadamente. La historia también trata la amistad de Billy con un chaval del colegio, que parece tener una cierta inclinación homosexual. Es una forma de subrayar el derecho de Billy a desmarcarse de lo que es normal en su ambiente; aunque, digámoslo claro, hay diferencias y diferencias.
Billy Elliot es una pequeña gran película. Su aparente falta de pretensiones la engrandece. Unos grandes actores, poco conocidos a excepción de Julie Walters, la llenan de una grata humanidad. De modo que se entienden los premios que ha recibido y sus candidaturas a los Globos de Oro a la mejor película dramática y a la mejor actriz de reparto (Julie Walters).
José María Aresté