Gil ha sido guionista de varias películas de Amenábar, entre ellas, Ágora y Mar adentro. Se estrenó en la dirección con la deleznable Nadie conoce a nadie. Con Blackthorn da un paso de gigante dirigiendo con buena mano un arriesgado western. El riesgo no está en la trama, sino en la historia, en el protagonista de la historia, nada menos que el legendario bandido Butch Cassidy.
La película remite a Dos hombres y un destino, aunque Gil se apresure a afirmar que lo único que comparten las dos películas es el protagonista. En Blackthorn encontramos a Cassidy veinte años después de su supuesta muerte. Es un hombre cansado, sigue viviendo en una continua huida y con la nostalgia de volver a casa en un mundo en el que ya no hay sitio para él. Un día conoce a un joven ingeniero español que acaba de robar al déspota explotador de una mina boliviana. Juntos emprenden una huida y una amistad que les llevará a amargos descubrimientos.
El cineasta madrileño tiene claro lo que quiere conseguir con su película: “Una de las cosas que más me atrae del western es que es un género profundamente moral. En él los personajes se enfrentan a la vida y a sus problemas (la libertad, la amistad, la lealtad) en condiciones muy sencillas y a menudo ejemplarizantes. Con mi película quiero reivindicar precisamente esa mirada moral, ahora que parece que está obsoleta”.
Esta preocupación de Gil por mantener el tono del western clásico es evidente y a veces pasa factura en la narración, con algunos diálogos un poco forzados y sobre todo una trama excesivamente sencilla, pues lo que se busca es, antes que contar una historia, abrir una reflexión sobre la vigencia de los valores. Gil compensa la falta de acción con una fotografía bellísima y unas buenas interpretaciones. La de Noriega es, de largo, la mejor de su carrera.
Notable película, otro ejemplo de cineastas españoles que se mueven con soltura en géneros poco frecuentados por nuestra industria.