Nucky Thompson (Steve Buscemi) es un político de imagen intachable. Honesto y carismático, muestra un compromiso eficaz para acabar con una de las grandes lacras de los años 20 en Atlantic City: el alcoholismo. Sin embargo, Nucky no es lo que parece.
Scorsese, productor ejecutivo y director del episodio piloto, se encuentra como pez en el agua en este retrato decandentista y tenebroso
Ayudado por delincuentes como Jimmy Darmody (Michael Pitt) o Al Capone (Stephen Graham), Nucky lidera un sistema de corrupción política y policial que mantiene con asesinatos, extorsión y sobornos el lucrativo contrabando de alcohol, y, por otro lado, los negocios del juego y la prostitución. Margaret Schroeder (Kelly Macdonald) y Lucy Danziger (Paz de la Huerta) capitanearán el equipo de concubinas de Nucky.
Martin Scorsese (productor ejecutivo de la serie y director del episodio piloto: el más caro de la historia, con un presupuesto de 18 millones de dólares) se encuentra como pez en el agua en este retrato de la decadencia de una época que conoce bien.
El director de Uno de los nuestros y Casino no trabajaba para la televisión desde que en 1986 se encargase de la dirección de uno de los Cuentos asombrosos producidos por Steven Spielberg. HBO es la cadena de Los Soprano, una serie muy cercana al universo Scorsese.
Boardwalk Empire es una serie premiada. Acumula dos Globos de Oro y 8 Emmys en 2011, entre los que destacan los que recibieron la dirección y producción de Scorsese y la interpretación de Steve Buscemi. Pero en sus comienzos no recibió muy buenas críticas.
Se trata de rehacer L.A. Confidential pero sin redenciones ni evolución de personajes: aquí los canallas siempre lo son y se envilecen más en cada capítulo
Problemas de guion
La serie ha ido evolucionando en la segunda temporada, sobre todo en lo que se refiere al ritmo narrativo, que en muchos momentos de la primera se estancaba. El personaje que interpreta Michael Pitt no parecía encontrar su sitio en la serie, dejando a Buscemi casi todo el protagonismo.
Terence Winter, creador y guionista de la serie, ha ido solucionando en parte estos evidentes problemas de la historia con otros valores de producción, especialmente de diseño, usando un presupuesto generoso para construir buenos decorados y esconder los habituales efectos visuales La recreación histórica es milimétrica en cada uno de los decorados construidos para la serie y los efectos visuales se saben esconder.
La música también favorece la inmersión en los años 20, con canciones como la adaptación del famoso Carrickfergus que hace Bryan Ferry (utilizado en uno de los mejores clímax de la serie), o la aportación de la omnipresente Regina Spektor (El príncipe Caspian, (500) días juntos) con la sugerente canción My Man.
Por otro lado, la fotografía poco tiene que ver con el cine negro de los años 30 y 40, y se acerca más a los colores saturados de series como Roma (HBO) o Mad Men (serie de la AMC que comparte con Boardwalk la referencia constante al cine clásico).
Boardwalk Empire está lejos de la calidad Mad Men. Es un problema de guion, de construcción de personajes (en su maldad son muy previsibles), de conflictos.
La audiencia baja
El cine negro ha sufrido muchas alteraciones en los últimos años, de manos de los hermanos Coen (Muerte entre las flores, Fargo), Tarantino (Reservoir Dogs, Pulp Fiction), Singer (Sospechosos habituales), De Palma (Los intocables de Elliot Ness, Atrapado por su pasado), Fincher (Seven) y Hanson (L.A.Confidential). Pero ha mantenido unas constantes: las frases de ida y vuelta, los personajes ambivalentes que no solo matan con pistolas, también asesinan con miradas y un par de palabras que compendian lo más oscuro del ser humano. Y eso se intenta lograr muchas veces en esta serie, pero apenas se consigue a pesar de que hay buenos actores que dan lo mejor de sí mismos a unos personajes y unos diálogos muy limitados.
La recurrencia sexual de la serie es cansina, su retrato moroso ralentiza la trama. Apenas hay elipsis en violencia y sexo. Se trata de rehacer L.A. Confidential, pero sin redenciones ni evolución de personajes. Aquí los canallas lo son y simplemente van a más, se envilecen a cada capítulo.
Queda así una serie bien disfrazada pero con muchas carencias en su motor narrativo, con giros melodramáticos que dicen poco. Si todo el bosque está podrido no llama la atención que los árboles vayan cayendo uno tras otro con su mirada nihilista de “tarde o temprano sabía que esto iba a suceder”.
Apenas hay contrapuntos de bondad o ternura con los que el espectador pueda empatizar. El personaje de Buscemi no llega a ser tan carismáticamente tenebroso como debería, quizá porque tiene demasiado pegado a su rostro y a la memoria del espectador los caracteres del simpático perdedor de sus personajes más memorables (Fargo, El Gran Lebowski, Ghost World).
Desde su estreno la serie ha ido perdiendo espectadores en Estados Unidos (un 40%). Además, los premios han cesado: en los últimos Globos de Oro se fue de vacío ante la llegada de Homeland, la serie estrella de la temporada en Showtime, una productora que está comiendo el territorio a la HBO en Estados Unidos con armas similares que, a corto plazo, funcionan.
Habrá tercera temporada, en otoño de 2012.