Jóvenes directores españoles salen, cada vez con más frecuencia, a rodar fuera de España, en otros idiomas, y lo hacen con soltura y con aplomo, con un lenguaje cinematográfico versátil, universal.
Eso justamente se puede decir de esta ópera prima, una coproducción internacional de 3 millones de euros. La historia, de amor con cocina-restaurante al fondo, es sencilla, eficaz, entretenida y fácil de ver. El guión no inventa la pólvora, pero sabe usarla para dar empaque a una historia de soledades, frustraciones, amistad y búsqueda del amor verdadero. Mucho tiene que ver la calidad interpretativa de la pareja protagonista y de los secundarios, el cuidado de la fotografía y del montaje, la solidez de la puesta en escena, con un uso de exterior…
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