Jóvenes directores españoles salen, cada vez con más frecuencia, a rodar fuera de España, en otros idiomas, y lo hacen con soltura y con aplomo, con un lenguaje cinematográfico versátil, universal.
Eso justamente se puede decir de esta ópera prima, una coproducción internacional de 3 millones de euros. La historia, de amor con cocina-restaurante al fondo, es sencilla, eficaz, entretenida y fácil de ver. El guión no inventa la pólvora, pero sabe usarla para dar empaque a una historia de soledades, frustraciones, amistad y búsqueda del amor verdadero. Mucho tiene que ver la calidad interpretativa de la pareja protagonista y de los secundarios, el cuidado de la fotografía y del montaje, la solidez de la puesta en escena, con un uso de exteriores inteligente y elegante.
La película se verá bien en países de lengua alemana porque el recurso de llevar a un cocinero vasco a Zurich es verosímil: por eso mismo el alemán de Ugalde suena como debe sonar y el tímido castellano de Nora Tschirner, igual. No son tan verosímiles algunos vericuetos del guión y la manera de cerrar, pero -insisto- la película funciona. No es una obra redonda, pero avanza bastante bien y justifica su triunfo en el festival más importante de cine español, el de Málaga.
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