Ganadora del Oscar al mejor documental, esta película se llevó el Premio Especial del 55 Aniversario del Festival de Cannes y el Cesar francés a la mejor película extranjera. En el Festival de San Sebastián y en otros festivales más ha logrado el Premio del Público. Michael Moore (Flint, Michigan, 1954) es un personaje muy conocido en Estados Unidos, gracias sobre todo a dos series televisivas de gran éxito: TV Nation -premio Emmy 1995- y The Awful Truth. El estilo de Moore, presente también en sus películas, deambula entre un reality comedido y un desenfadado reportaje de temas polémicos de actualidad. El director-presentador (Moore) aporta con su rotunda presencia y una locución muy atractiva, una gran comicidad que sirve como vehículo a un activismo reivindicativo que pone en solfa la falta de escrúpulos de algunos exponentes del capitalismo liberal estadounidense.
«¿Estamos locos por las armas o simplemente estamos locos?» Es la pregunta que late en las dos horas de un documental que comienza con 30 minutos arrolladores e hilarantes, pero que se dispersa y pierde gas al rebasar su ecuador. Para responder a ese interrogante, Moore formula la teoría de la cultura del miedo que se ha instalado en la sociedad estadounidense desde su nacimiento. Un miedo a casi todo que ha llevado a los norteamericanos a armarse hasta los dientes: 250 millones de pistolas y fusiles propiedad de blancos, en su mayoría residentes en suburbios residenciales sin problemas de delincuencia, según Moore. Dos sucesos luctuosos -la matanza perpetrada por dos estudiantes en la Columbine Secondary School y la muerte de una pequeña de 6 años a manos de un chico negro de su misma edad que había encontrado una pistola en la casa de un pariente- son el eje del relato de Moore, que incluye numerosos testimonios.
En bastantes momentos, la película mueve a la reflexión y lo hace con gracia, agilidad y notable vigor narrativo (la música ayuda mucho). La tendencia omnipresente en los norteamericanos de a pie (y las autoridades) a reaccionar desproporcionadamente ante los acontecimientos se presenta con gran comicidad. Moore aprovecha el viaje para abominar del racismo endémico y del capitalismo insolidario.
Iniciado el rodaje, los atentados del 11-S vinieron a trastocar el plan inicial trazado por Moore, que opta por un discurso pasado de rosca, que da pie a un apresurado y populista resumen de la violenta historia de los EE.UU. con un sesgado repaso a las hemerotecas y una cáustica pantomima animada. Verdaderamente es una pena que Moore no use la mesura que pide reiteradamente a sus compatriotas. Sorprende, en este sentido, el tono respetuoso y casi devoto empleado por Moore para entrevistar al cantante Marilyn Mason y facilitarle que defienda la inocuidad de las letras de sus canciones sobre la gente joven. Un tono muy distinto al empleado en la entrevista al actor Charlton Heston, presidente de la Asociación Nacional del Rifle.
Alberto Fijo