Se esperaba más de esta película de género ambientada en la Norteamérica de los años 50, con un impecable diseño de producción y un reparto de lujo.
Pero Ruben Fleischer, el director de Bienvenidos a Zombieland, no le coge el tono a la película (que bascula con sensible torpeza desde los apuntes de humor –lo mejor de la cinta– hasta el dramatismo puro y duro), ni el ritmo, ni sabe dirigir a los actores, que se encuentran o sobreactuando (es el caso de Sean Penn) o deambulando por la historia (que es lo que hace Emma Stone).