Cada vez hay más series que optan por pocos capítulos por temporada. Broadchurch es un buen ejemplo. Con un presupuesto limitado, actores con talento pero sin un sueldo desorbitado y un guión bien cosido, es posible que una serie logre una buena audiencia.
Un niño de 11 años aparece muerto a la orilla del mar en un pequeño pueblo británico. Y ahí empieza lo interesante y original de esta serie. Los detectives no son robots de mirada gélida que apenas parpadean al ver un cadáver adolescente. El inspector Alec Hardy (David Tennant) y la sargento Ellie Miller (Olivia Coleman) son de carne y hueso. Su vulnerabilidad les hace especialmente atractivos, más cercanos que los investigadores de series similares como The Killing.
El retrato de la familia del niño fallecido es minucioso sin dejarse llevar por sentimentalismos fáciles. Y se agradece mucho que el sacerdote católico sea normal, comprensivo, que sonría de vez en cuando e incluso rece (¡por fin en televisión un cura normal, que no es pedófilo, maltratador o alcohólico!).
La trama detectivesca está muy bien medida y mantiene el interés a lo largo de los ocho capítulos de la temporada. El creador y guionista, Chris Chibnall, es un especialista en series de televisión. En apenas diez años de profesión ha trabajado en ficciones tan importantes como Doctor Who, Camelot o Torchwood. El guión de Broadchurch aprovecha un grupo de actores habituales en series británicas que dan mucha veracidad y emoción a la historia. La planificación y la música, sin ser especialmente original, hace que la serie sea atractiva pero no efectista.
En su estreno en Antena 3, esta serie logró más de 3 millones de espectadores. La cadena que la encargó es ITV, propietaria también de Downton Abbey. Tras el éxito de los primeros capítulos, los directivos del canal confirmaron que habrá una segunda temporada.
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