La filmografía de Chávarri (Madrid, 1943) tiene un nivel bastante discreto, del que se salvan «Bearn o la sala de muñecas» y «Las bicicletas son para el verano», sendas adaptaciones de los libros de Villalonga y Fernán Gómez. En su trayectoria hay dos musicales, «Las cosas del querer» (1989, 1995).
Por lo general, Chávarri es un realizador con buen oído para seleccionar la música adecuada a sus historias (muchas veces, bastante malas). En este «biopic», ha querido destacar el talento de Camarón de la Isla como cantaor de flamenco y músico. Es lo que más le interesa. Y lo consigue. Toca los rasgos esenciales de su vida, los defectos y virtudes del artista con delicadeza, sin cargar las tintas. No quiere presentarlo como un dios, pero tampoco dar una imagen tremendista. Desde esa postura se afrontan sin excesos la relación del artista con las drogas y sus escarceos amorosos.
La renuncia al documental en beneficio de la ficción justifica que haya algún personaje y alguna historia inventada porque ayudan al acercamiento del espectador a las inquietudes, los complejos y miedos, el desamparo de José Monge.
Muy buena la fotografía y la ambientación del mundo gitano. La caracterización de Oscar Jaenada es magnífica. Cobran importancia las miradas y los silencios, acordes con el modo de ser del personaje, que se comunicaba con la música. Miradas y silencios especialmente significativos en la relación de Camarón con su mujer, «la Chispa», a la que necesita y con la que cuenta hasta el final de su vida.
Sofía López