En la primera parte de esta película se observa la mano alargada de Fernando Trueba (productor): es la maniquea visión de la España de los primeros 70, y la vida de las urbanizaciones de la costa en invierno, las relaciones entre un padre viudo y su hijo adolescente, que se esfuerzan por malvivir, coleccionando decepciones y amantes, y que, como repiten uno y otro durante la película, no saben a dónde van.
En la segunda parte, el director coge las riendas del film y consigue levantar, no sin esfuerzo, el contenido dramático de una historia humana, repleta de pequeñas historias que, tomadas desde el principio, podían haber dado mucho más de sí. No pasa de ser una más de esas películas españolas en las que prima la relatividad moral y el desencanto.