Tras darse a conocer como escritora con La trilogía de Draco –una biografía de Draco Malfoy, el malvado de la saga Harry Potter– y El diario muy secreto –inspirada en El Señor de los Anillos–, la estadounidense Cassandra Clare logró triunfar en todo el mundo con Cazadores de sombras, una mitología fantástica para adolescentes, similar a la serie Crepúsculo. Se estrena ahora su primera aventura fílmica.
Clary Fray es una adolescente neoyorquina que vive con su madre. La aparente normalidad de su vida se rompe cuando comienza a obsesionarse con una runa misteriosa. Al poco, su madre desaparece a la vez que Clary conoce a Jace, un taciturno chico gótico que afirma ser un cazador de sombras, mitad humano, mitad ángel, dedicado a matar demonios y a mantener a raya a los vampiros, hombres lobo y brujos que habitan en la superficie y en el inframundo de la ciudad. Ambos buscarán a la madre de Clary con la ayuda de su mejor amigo y de otros cazadores de sombras.
El holandés Harald Zwart (The Karate Kid) cumple en las numerosas peleas y secuencias de acción, y logra crear una inquietante atmósfera gótico-expresionista. Por su parte, el joven reparto se toman en serio a sus personajes y sostienen mínimamente la acción. El problema es que el guion es confuso, arrítmico, previsible y tan imitativo que cae en el ridículo. Hasta de la saga Star Wars copia elementos dramáticos y visuales. Además, resultan cargantes sus excesos violentos y sensibleros, sus artificiosos golpes de humor, su risible sincretismo religioso y su medida corrección política, que incluye una subtrama gay. La película solo gustará a los incondicionales de Clare.