Charlie y la fábrica de chocolate

Guion: John August, basado en el libro de Roald Dahl.
Intérpretes:
Johnny Depp, Freddie Highmore, David Kelly, Helena Bonham Carter, Noah Taylor, Missi Pyle.
115 min.
Jóvenes.

TÍTULO ORIGINAL Charlie and the Chocolate Factory

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Hay quien dice que se puede juzgar una película por su arranque, por sus primeros veinte minutos. Si esta afirmación -muy discutible- fuera cierta, la versión que hace Tim Burton («Sleepy Hollow», «Ed Wood») del clásico infantil de Roald Dahl, sería casi una obra maestra. Porque su arranque es magnífico; desde los primeros segundos en los que los títulos de crédito surgen de unas amenazantes máquinas que fabrican chocolatinas, hasta las primeras imágenes de la familia de Charlie, tan pobres como encantadores. A pesar de estar adaptando un cuento, Burton consigue involucrar al espectador y someterlo -insisto: en unos pocos minutos- a muy variados sentimientos: tensión e inquietud por la búsqueda del ansiado billete dorado, emoción ante la generosidad y el cariño de la familia Bucket y diversión, no exenta de unos gramos de cruel ironía, en la presentación de los patéticos niños que acompañarán a Charlie a conocer la fábrica. Por último llega el clímax visual: la entrada en el territorio de Willy Wonka. Burton consigue no defraudar a las imaginaciones más vivas con unos espectaculares decorados hechos a mano -nada de ordenador y grabar con un fondo azul- que recrean la fantástica fábrica de chocolate.

Es difícil mantener este grado de excelencia mucho tiempo y, a partir de este momento, la película pierde un poco de fuelle. La narración se hace más lenta y bastante repetitiva. Las sucesivas descalificaciones siguen un mismo esquema y se hubiera agradecido que a alguno de los niños lo hubieran echado sin cancioncilla. Una vez que se ha terminado la visita a la fábrica, la película toma de nuevo aire para terminar a un muy buen nivel. Durante todo el recorrido del film, funciona con brío un reparto bien capitaneado por Depp y Highmore («Descubriendo Nunca Jamás»).

A pesar de las limitaciones de la cinta, que no llega al producto redondo que es «Big Fish», no hay duda de que el carismático Burton era la persona adecuada para adaptar el cuento de Dahl. Además de considerarse un admirador del escritor, no es la primera vez que se acerca a su obra, ya que, como productor, adaptó otro de sus libros: «James y el melocotón gigante».

Quizás por esta sintonía con Dahl, Burton ha sabido recoger con fidelidad el espíritu del original y dotarlo al mismo tiempo de algunas constantes de su cine -fantasía, ironía, ternura hacia los personajes y cierto gusto por el esperpento- con tal naturalidad que hay momentos en que uno duda qué es lo que proviene de la novela y qué del guión cinematográfico. Es más, cuando uno repasa la novela se sorprende de que lo que añade el film sean precisamente dos detalles: le inventa un pasado al padre de Willy Wonka e introduce un alegato de Charlie en el que defiende que la unidad de la familia está por encima de cualquier valor material. Son dos toques muy ligados a la biografía y al mundo ideológico de Burton, que, lejos de empañar el mensaje de la obra, le añaden fuerza: y eso, en el fondo, se llama hacer una buena adaptación.

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