En 1966, tras el discurso en las Naciones Unidas que fue el leitmotiv de la primera parte de la película, Ernesto “Che” Guevara abandona Cuba. Parte discretamente, sin dejar más rastro que una carta a Fidel Castro en la que se reafirma comprometido con la revolución. Un año después llega clandestinamente a Bolivia para organizar una guerrilla contra el dictador Barrientos. Durante dos horas vemos el escaso éxito de un puñado de guerrilleros en la selva, sus fatigas y sufrimientos, en particular los del Che, alma de la organización. Y su fracaso final.
Che, guerrilla llega meses después de Che: el argentino por motivos económicos; pocos espectadores podrían soportar las cuatro horas y media que dura la biografía de marras. Cuando se ven seguidas, como han hecho algunos amigos míos, con una pausa para comer, la impresión cambia. Algunos la han encontrado profunda y apasionante; otros, insoportable; para todos el retrato del Che es ideal: sólo hay luces sin sombra alguna.
La segunda parte de la hagiografía de Soderbergh sobre el Che -y escribo hagiografía porque la única fuente del guión es “El diario de Bolivia” escrito por el propio Che- es simétrica a la anterior: en Cuba la guerrilla se organiza en el monte, consigue el apoyo de la población campesina, y toma triunfalmente las principales ciudades; en Bolivia no consigue el apoyo esperado, las tropas gubernamentales le acosan y termina derrotado y muerto.
Como en el caso anterior, no hay juicios de valor sobre el Che, no hay ideología, ni siquiera una explicación de sus actos: ¿por qué abandonó Cuba?, ¿qué hizo en el Congo?, ¿por qué actuar en Bolivia? También esta entrega describe con detalle la vida en la jungla, jungla seca esta vez, la búsqueda del apoyo de los campesinos, su actividad de médico en servicio de los pobres, o de sus hombres, y un largo etcétera. Estas escenas son mostradas fríamente, con aire realista, como filmadas sobre la marcha. El tiempo es siempre presente. Apenas hay cámara subjetiva. La impresión general es de agotamiento, aquello debió de ser terrible, física y moralmente.
El Che se nos presenta como un líder carismático, humanista e integérrimo, un hombre con una voluntad de hierro puesta al servicio de una ideología supuestamente liberadora. A la vez, la cinta transmite la tediosa imagen de un hombre que se empeña en negar su evidente fracaso y lleva a los suyos a la muerte.