Cinco lobitos

Cinco lobitos

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNSensualidad

ESTRENO20/05/2022

Estrenarse a lo grande. O llegar y besar el santo, que dirían nuestras abuelas. Es lo que ha hecho Alauda Ruiz de Azúa con Cinco lobitos. Después de una solvente carrera en el mundo de la publicidad y los cortometrajes, esta cineasta vasca de 44 años conseguía colarse en el Festival de Berlín y ganar el Festival de Málaga con su ópera prima, un retrato tierno y adusto de la maternidad primeriza.

A modo de radiografía generacional, Cinco lobitos, explora las luces y sombras de la maternidad en un entorno frágil y quebradizo como el que vive hoy una parte muy importante de Occidente. Una maternidad primeriza que se ha retrasado, que convive con una precariedad laboral y afectiva importante y que, de primeras, rechaza los referentes tradicionales que podría heredar de sus mayores. La protagonista de Cinco lobitos tiene 35 años y está inmersa en una potente crisis emocional. Su pareja hace malabares con trabajos discontinuos mientras trata de encontrar su sitio como padre. Al igual que sus suegros, que dan bandazos entre la devoción por el bebé y la crítica mordaz ante algunas decisiones de su hija, y no digamos ya del yerno. Nada que no pase en las mejores familias.

Y es precisamente de este realismo, de este contar la historia con los pies pegados a la tierra, de donde Ruiz de Azúa extrae toda la fuerza dramática de una película que describe con lucidez el arco de transformación de los cuatro protagonistas. Una transformación con aristas, con choques, con incomprensiones. Una transformación que es más carrera de obstáculos que recorrido triunfal. Formar una familia no tiene nada que ver con protagonizar un posado de revista. A los obstáculos económicos o logísticos -ese contrato de autónomo o ese niño que no para de llorar por la noche- se unen las dificultades más personales, las diferencias de carácter, la fragilidad, la complejidad de la comunicación humana. Y no se trata de buenos y malos. Se trata de que somos seres imperfectos. Y Alauda Ruiz de Azúa acierta tanto al mostrar la vulnerabilidad como al revelar una poderosa lancha salvavidas que no es otra que la cultura del cuidado, de la compasión, del perdón y de la aceptación de los límites y de la imperfección.

Es imposible reflejar semejante viaje interior sin buenos intérpretes y afortunadamente la película puede presumir de un gran reparto. Destacan especialmente Laia Costa y Susi Sánchez componiendo unos complejos perfiles femeninos muy alejados del buenismo y maniqueísmo (hombres malvados y mujeres perfectas) que cierto cine feminista padece.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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