El director británico Anthony Minghella, que atormentó a sus personajes en El paciente inglés -ganadora de un Oscar- y en El talento de Mr. Ripley, vuelve a hacerlos sufrir tremendamente en Cold Mountain. Ambientada en la Guerra Civil americana, se basa en una novela best seller de Charles Frazier, el cual, a su vez, se inspiró en unos sucesos reales que le ocurrieron a un pariente suyo. Inman es un soldado sudista, herido, que decide desertar cuando recibe una carta de su novia, Ada, pidiéndole por favor que regrese junto a ella. Inman recorrerá cientos de peligrosísimos kilómetros para reunirse con aquella mujer con la que sólo intercambió un beso ocasional. Durante esos duros meses, Ada cuenta con la compañía de Ruby, una mujer dura y primaria acostumbrada a bregar con la dureza de la vida.
Esta historia de guerra y pasión cuenta con un reparto de quitarse el sombrero: una Nicole Kidman que inunda la pantalla, una sorprendente Renée Zellweger -ganadora del Globo de Oro y ahora candidata al Oscar-, al límite de lo histriónico, un enigmático Jude Law -también candidato al Oscar- y una desgarrada Natalie Portman. La realización es impecable y la fotografía excelente, pero tanta belleza queda eclipsada por la amargura, crueldad y dureza del relato. Minghella pertenece a ese grupo de directores que ven la vida y la historia atravesadas de un trágico pesimismo, de un existencialismo claustrofóbico. Eso no significa que en la película no haya escenas brillantes, situaciones emotivas e incluso momentos conmovedores. Quizá lo más interesante sea el proceso interior de los personajes, especialmente el de Ada que, tras la muerte de su padre, un pastor protestante, tiene que aprender a vivir de una manera radicalmente nueva.
Cold Mountain es la enésima versión de la Odisea de Ulises. Ofrece en esta ocasión una de las recreaciones más cruentas de la guerra de Secesión. No faltan las escenas ultraviolentas -casi gore-, ni las de sexo, y algunas situaciones -como la que protagoniza Natalie Portman- sencillamente insoportables. Pero Minghella también sabe sorprender, como en la escena en la que Jude Law y Nicole Kidman deciden realizar una especie de boda in pectore antes de entregarse mutuamente. En fin, ingredientes de lujo y una gran historia, pasados por el tamiz de la mente atormentada de Anthony Minghella.
Juan Orellana