Con la excusa de un entorno social supuestamente opresivo (México, fin del siglo XIX), la película muestra un desatado y amoral comportamiento familiar como ejemplo de verdadera alegría y auténtica libertad. Ese modelo de vida humana feliz incluye el rechazo de toda autoridad -incluida la divina-, el desprecio a los padres, a los hermanos, si entorpecen el propio egoísmo; la defensa del adulterio y de la mentira.
Sobre estos supuestos radicales (quien no viva así es un fanático hipócrita), se pretende construir una especie de cuento, que ni cuaja como tal ni alcanza gracia ni lirismo, sino un barato realismo chocarrero. Debe de haber una campaña internacional, tipo cruzada, pues le llueven premios a este indigesto chocolate.
Pedro Antonio Urbina