Giovanni (Antonio Albanese) se separó hace tiempo de Luce (Sonia Bergamasco), una etérea especialista en perfumes que se fue a vivir a Francia. Ahora, el hombre lidera una influente organización que pretende sanear las degradadas periferias de las urbes italianas.
Pero él mismo nunca ha pisado una de ellas. Hasta que su pija hija adolescente se enamora de un macarrilla que vive en un violento suburbio de Roma. Así que el atildado Giovanni se alía con Mónica (Paola Cortellesi) –la tatuadísima y malhablada madre del chaval–, que trabaja como cajera en un supermercado y cuyo marido cumple condena en la cárcel. El objetivo de ambos es hacer fracasar como sea ese insensato noviazgo juvenil.
El choque de clases sociales, la constatación del desconocimiento y los prejuicios mutuos, y la incisiva crítica a cierta hipocresía progre, enriquecen la sucesión de situaciones cómicas más o menos previsibles, en las que el cineasta italiano Riccardo Milani (Scusate se esisto!, Mamma o papà?) demuestra su admiración por Mario Monicelli, Daniele Luchetti y Nanni Moretti, de los que ha sido ayudante de dirección.
El guion es un poco irregular y puntualmente tosco. Y tampoco la puesta en escena aporta grandes novedades. Pero todas las interpretaciones mantienen un nivel muy alto –dentro de su asumido histrionismo– y logran algo fundamental en la comedia: que todos los personajes, además de divertidos, sean algo patéticos y, por tanto, entrañables y cercanos al gran público… y también al más selecto, que adivinará en este filme ecos sugerentes del viejo neorrealismo y del nuevo cine social europeo, en los que predomina la humanidad sobre las ideologías.
Por eso, no es de extrañar su notable éxito de taquilla en Italia y las nominaciones de sus tres actores principales a los Premios David di Donatello 2017.