La historia que cuenta esta serie es una continuación de la película Con amor, Simon (2018), que abordaba la dificultad de un chico de 16 años con una familia perfecta para expresar abiertamente su homosexualidad. Ahora, Simon ya ha mostrado al mundo su secreto y es el consejero de Victor, un chico responsable y encantador que acaba de llegar a una ciudad y a un instituto nuevo con su familia latina y cristiana. La diferencia es que Victor tiene más dudas sobre su sexualidad, ya que le gusta un chico pero también se enamora de una chica que le corresponde. Desde la distancia, vía Instagram, intentará resolver sus dudas con Simon.
Los creadores de la serie son los mismos que los de la película previa: Isaac Aptaker y Elizabeth Berger, ambos guionistas de una de las mejores dramedias de los últimos años: This Is Us. Escribir actualmente una serie sobre adolescentes para Disney no es sencillo, porque desde que se escribe la primera palabra existe el peligro de caer en el almíbar tan criticado, y con razón, de comedias bobas como las protagonizadas por Hannah Montana o el malogrado Cameron Boyce.
En el retrato que ofrece esta serie de los adolescentes y sus familias se evitan en buena parte el maniqueísmo y la perversión en el que chapotean las ficciones más conocidas de este tipo, en que los protagonistas son depredadores sexuales, egocéntricos y crueles con una incapacidad enfermiza para ser felices y ayudar a los demás, siempre ante la mirada desconcertada y autoritaria de padres y profesores. Esta vez, hay un desarrollo de personajes que tiene altos y bajos, detalles de apertura hacia los demás y detalles de narcisismo, momentos de autocontrol y decisiones impulsivas. Con la mayoría de los protagonistas de Con amor, Victor se puede dialogar y acompañarles en un viaje dramático, mientras que a la inmensa mayoría de los personajes de Sex Education, La casa de papel, Por trece razones o Élite, hay que procurar mantenerlos lejos de las personas que uno quiere.
Clichés y matices
Todo lo dicho anteriormente no significa que Con amor, Victor sea una serie que se libere de muchos clichés. En absoluto: la serie sigue una agenda muy reconocible sobre ideología de género y la revolución sexual que incluye una crítica evidente y tosca de la religión como fuente inagotable de una incultura cercana al Pleistoceno. Pero hay un intento de dotar de interioridad y matices a los personajes que se agradece en este formato, a la vez que conviene estar alerta. Mientras que en otras series los adolescentes se podrían sentir atraídos por el morbo y la rebeldía contestataria de jóvenes tan viscerales y monotemáticos como irreales que dictan las normas a sus padres y profesores, en esta dramedia el espectro que se propone es mucho más amplio y verosímil.
Se podría decir que estamos ante el contexto ideal para entrar a fondo a una temática tan recurrente en series, pero tan poco profundizada desde una perspectiva psicosociológica y biológica. En los primeros capítulos, hay muchos aciertos al mostrar la importancia de los padres en la educación afectiva y sexual, la necesidad de un adolescente de sentirse amado por sí mismo o la dificultad para encontrar una personalidad y autonomía satisfactorias, especialmente ante la falta de referentes atractivos y fiables en los adultos. Sin embargo, conforme avanza la serie llegan los giros inverosímiles, las lecciones epidérmicas y las soluciones de fácil consumo. El sentimentalismo se adueña de un discurso en que la razón y la voluntad quedan prácticamente excluidos.
Disney dudó mucho en incluir en su plataforma esta serie que inicialmente comenzó en Hulu. Finalmente ha decidido estrenarla a bombo y platillo a la vez que avisa que tendrá una segunda temporada. La ventaja es que esta serie no tiene sexo explícito, algo que puede permitir a muchos padres y profesores verla y comentarla con adolescentes. De esta manera, se puede ahondar y ofrecer un análisis más completo a un asunto muy actual y delicado.