El actor neoyorquino David Schwimmer (memorable su excelente trabajo en Friends) se estrena en la dirección con este film que retrata a un tipejo indeseable y repulsivo que deja colgada a su novia embarazada en el día de su boda.
Al guión de los actores Michael Ian Black y Simon Pegg hay que reconocerle ingenio y energía en el planteamiento y un encomiable esfuerzo por estructurar la historia. No faltan algunas situaciones divertidas, pero la cinta adolece de un sentido del humor tremendamente irregular, tan soez y lleno de astracanadas que termina siendo fastidioso.
Es una lástima que un poco exigente Schwimmer haya tirado por lo más fácil porque la historia daba para más: a fin de cuentas, y por encima de una apariencia rompedora, la cinta es tremendamente convencional y arriesga muy poco, con un forzado y vergonzante desenlace y un ramplón diseño de personajes (Thandie Newton, sin ir más lejos, está descolocada toda la película).