El actor Tate Taylor se pone detrás de las cámaras para dirigir una película que, tras nueve semanas en cartel en Estados Unidos, ha recaudado más 160 millones de dólares, frente a los 25 millones de su presupuesto. Parte de la responsabilidad de este éxito se debe a sus intérpretes, entre las que destacan Emma Stone, Viola Davis, Bryce Dallas Howard, Jessica Chastain y Octavia Spencer.
Esta película es la adaptación de la primera novela de Kathryn Stockett, The Help, un relato con elementos autobiográficos situado en Jackson, la misma ciudad que vio nacer a la escritora. Se trata de un melodrama social enmarcado en las luchas por los derechos civiles de los negros en el Mississippi de los años 60. Concretamente se refiere al mundo de las criadas domésticas, en el que no pocas mujeres eran sometidas a sistemáticas humillaciones y desprecios racistas.
La protagonista, Skeeter, una chica blanca de veintidós años, consciente de la ausencia de reconocimiento social de esas mujeres, decide ayudarlas desde su campo, el del periodismo. Para ello necesita la colaboración de dos criadas que tienen mucho que contar, Aibileen y su amiga Minny.
La película, a pesar de lo manido del tema, es fresca, está bien contada y maneja con acierto y generosidad el pulso emotivo de tramas y personajes. Sin embargo, este buen oficio se desluce algo por un guión muy maniqueo poblado de personajes extremados: la tonta muy tonta, la mala muy mala, la simple muy simple, etc. Este esquematismo hace perder a la historia verosimilitud y fuerza moral. Afortunadamente los personajes de Skeeter, Aibileen y Minny son más ricos en matices y compensan algo la simplicidad de ese coro de secundarios tan histriónico. Por otra parte, la película mejoraría con un metraje más reducido. A pesar de todo, el film gusta y funciona, y propone un camino humano de superación del enfrentamiento racial, haciendo apología del perdón y la reconciliación en un sentido cristiano.